COLUMNA INVITADA

La (no) acción colectiva latinoamericana en 2021

No solamente la recuperación económica será prioritaria, sino también paliar el nuevo panorama de pobreza y desigualdad regional

OPINIÓN

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Rodrigo Morales Castillo / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Con una ligera brisa de optimismo y ventarrones de pesimismo, este 2021 se avizora como uno de los años más complejos en la historia reciente de América Latina. Por un lado, el inicio de la vacunación contra el COVID-19 anima cierta esperanza de normalización, pero por otro, las secuelas económicas, sociales y políticas dejadas por la pandemia descubren varios elementos de inestabilidad que los gobiernos de la región tendrán que navegar con enorme pericia.  

No solamente la recuperación económica será prioritaria, sino también paliar el nuevo panorama de pobreza y desigualdad regional, así como gestionar la precarización de la seguridad, atender la creciente vulnerabilidad ante desastres naturales e, incluso, observar la progresiva desafección ciudadana respecto de las instituciones democráticas en un ambiente social y espacio político por demás crispado. 

Este sombrío escenario se desarrolla en un contexto de fragmentación regional y liderazgos anquilosados, tanto por capacidades como por voluntades, teniendo como resultado una frugal acción colectiva, como lo demuestra la pobre, desunida y desarticulada respuesta de la región para acceder a la vacuna o la nula voz conjunta en diversos foros globales. 

Peor aún es que este diagnóstico no es coyuntural sino síntoma de una era que vive Latinoamérica hace tiempo, la cual está alimentada por al menos tres factores que han venido desalentando la construcción de una asertiva y efectiva acción colectiva.  

Las presiones que ejerce el sistema internacional en la región, con sus crecientes tensiones geopolíticas y cambios profundos en la economía mundial, propiciados por los disruptivos avances de la tecnología, han producido desincentivos estructurales para converger y avanzar en una misma integración económica, al tiempo que han achicado los márgenes de autonomía regional.  

Hoy los puntos de encuentro se ven reducidos ante dos modelos de desarrollo dispares: México y Centroamérica con una matriz productiva centrada en la manufactura y el mercado estadounidense, y Sudamérica con crecientes incentivos para reprimarizar sus exportaciones y fortalecer sus vínculos económicos y políticos con China. 

Asimismo, agendas políticas distintas y nuevas alianzas intra-élites han dado como consecuencia una ascendente politización de las políticas exteriores latinoamericanas, enrareciendo el diálogo y entorpeciendo los consensos. La facilidad con la que hoy los gobiernos extrapolan contextos externos al tablero doméstico han dificultan las respuestas colectivas ante crisis políticas-institucionales como las recientemente vividas en Bolivia, Perú y Venezuela, reduciendo así los beneficios de la cooperación regional a simples cálculos de política interna. 

Por último, la pandemia ha agudizado el ciclo político-económico de crisis que América Latina ha experimentado desde al menos 2014. Éste conjuga un magro desarrollo económico con un retroceso en los avances sociales alcanzados durante la primera década del siglo, y cuyas transformaciones profundas en las sociedades latinoamericanas han catalizado mayores exigencias e inestabilidades políticas.  

Este cuadro de descomposición lo completa una seria amenaza a la seguridad física, alimentaria y medioambiental, así como retrocesos o interrupciones en la consolidación de instituciones democráticas. De tal forma que las apremiantes demandas internas suelen reducir la atención de los gobiernos en la región, así como las bases y capacidades sobre las cuales proyectan sus políticas exteriores. 

Así, parados frente a esta adversa situación, las agendas de cooperación propuestas siguen siendo superfluas e insuficientes frente a una región que se precariza económica, política y socialmente. Mitigar los factores que desincentivan la acción colectiva latinoamericana debe ser una prioridad, ya que, de no hacerlo, está en riesgo algo mucho más crítico y transcendental a los gobiernos: el sentido de pertenencia al espacio común, natural e histórico llamado Latinoamérica. 

RODRIGO MORALES CASTILLO
INTERNACIONALISTA
COLABORADOR

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