COLUMNA INVITADA

Adiós a las mañaneras

El presidente goza de altos niveles de popularidad personal, cuando se pregunta a la ciudadanía sobre el desempeño de su gobierno sale reprobado

OPINIÓN

·
Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace unos días, el analista Alejandro Hope tuiteó esta reflexión: “La tarea de hoy es no ver la mañanera, no comentarla, no reaccionar ante lo que se diga en ella, actuar como si no hubiera sucedido. Y luego hablar sobre lo que pasa, no sobre lo que el presidente dice”.

Hope da en el clavo. Durante dos años ya, la conversación nacional ha quedado secuestrada por los mensajes que se mandan a diario desde Palacio Nacional. En lugar de hablar sobre los problemas reales que enfrenta México, la mayoría de los políticos, periodistas y el público en general hemos caído en la trampa de reaccionar únicamente a los temas que el gobierno decide posicionar en los medios. Así, terminamos debatiendo sobre cosas absurdas, como la rifa-no-rifa del avión, o el menú de tamales de chipilín que AMLO ofreció a sus invitados en alguna cena.

Nunca debimos habernos permitido caer en esta dinámica desinformativa; pero ahora es más urgente que nunca escapar de ella pues, a medida que se acercan las elecciones de 2021, el gobierno intentará con más intensidad crear distractores y falsos debates, a fin de evitar las discusiones que develen los malos resultados de su gobierno de cara a su cita con las urnas.

Recordemos que si bien el presidente goza de altos niveles de popularidad personal, cuando se pregunta a la ciudadanía sobre el desempeño de su gobierno sale reprobado en prácticamente todos los rubros: seguridad, economía, salud, incluso combate a la
corrupción.

Por supuesto, la tribuna presidencial es sumamente poderosa para marcar agenda, y resulta muy atractivo (y sencillo) para los medios reportar sus dichos, aunque sean frivolidades.

Además, el Estado tiene amplios recursos para difundir la narrativa oficial. Así lo hacen a diario con las conferencias mañaneras, los actos oficiales en las giras, los propagandistas en los medios de comunicación, la publicidad oficial y con sus ejércitos digitales en las redes sociales.

Pero esa maquinaria propagandística únicamente funciona en la medida en que le prestemos atención y consumamos lo que produce. De hecho, irónicamente, muchas veces somos los opositores (desde la política, el periodismo y la sociedad civil) quienes más fácil y rápido caemos en el juego de acusar recibo y “engancharnos” con los temas que define el gobierno.

Nosotros como audiencias y, sobre todo, aquellos que forman opinión, tenemos la responsabilidad de no morder los anzuelos mediáticos del gobierno y, en cambio, enfocarnos en lo que importa. Así lo han hecho, por ejemplo, periodistas como Carlos

Loret, quien ha expuesto múltiples casos de corrupción, igual que organizaciones de la sociedad civil dedicadas al análisis público, que han documentado temas de fondo, como el fracaso de la estrategia contra la pandemia, el mal manejo de los programas sociales, la corrupción prevaleciente o el incremento de la violencia. A ellos son a quienes debemos prestarles atención y darles eco.

En una democracia es el público quien debe marcar la agenda al gobierno, visibilizando los temas que importan, pidiéndole cuentas y resultados. En ello la oposición juega un papel de gran importancia con la generación de una agenda propia, de contrapeso y rectificación; que hable del México real y no de la ficción oficial. No podemos seguir en esta forma de posverdad que es la de la discusión de lo absurdo. Es momento de recuperar nuestro debate público.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA
DIPUTADO CIUDADANO EN EL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO
@GUILLERMOLERDO