Columna Invitada

La cuestión feminista II: los planos de implicación del problema

Hay que ir levantando barreras que se vienen arrastrando como lastre del pasado hacia una liberación definitiva y absoluta de la mujer

La cuestión feminista II: los planos de implicación del problema
Ismael Carvallo/ Colaborador/ Opinión El Heraldo de México: Especial

Hace quince días hablamos del victimismo y la violencia como conceptos involucrados con la cuestión feminista, que es lo que estamos analizando. En la superficie, el problema se nos ofrece en apariencia con toda claridad en función de la oposición entre feminismo y machismo. Ahí todos entendemos de lo que se trata ¿no es cierto? 

Pero ocurre que las cosas no son tan sencillas, y las implicaciones son tantas que, para comprenderlas, hemos de meternos de lleno en el terreno de la antropología filosófica, que desborda por todos lados al derecho en donde, por lo general, se quieren dirimir estas cuestiones mediante legislaciones ad hoc. 

Porque ocurre que ese dualismo resulta ser insuficiente para comprender el conjunto de planos y de otros dualismos que se cruzan y traslapan, además de que su sentido se da, precisamente, a través de la oposición de los términos, es decir, que la relación hombre/mujer es una relación asimétrica, dialéctica u oposicional, y lo es tanto en términos fisiológicos (por cuanto a la asimetría en capacidad muscular entre hombres y mujeres) como biológicos (por cuanto a la asimetría en las funciones de reproducción), y ni la fisiología ni la biología pueden ser modificadas, ésta es la cuestión, a través del derecho. O de otra forma: la naturaleza no es justa ni injusta, la naturaleza es la naturaleza. 

Las relaciones hombre/mujer deben entonces clasificarse con más precisión y detalle. La antropología distingue dos tipos fundamentales de relaciones: las de producción, que tienen que ver con la transformación de la naturaleza a través del trabajo y la energía (como la energía muscular que demarca una asimetría según hemos dicho), y las de reproducción, que tienen que ver con la función del contacto sexual, la fecundidad, la natalidad y la demografía. A mi modo de ver, lo que yo llamo feminismos de primera y segunda generación (reclasificando las oleadas de feminismo convencionales) se definen en función de si se dan en uno u otro tipo de relaciones.

El feminismo de primera generación (derechos políticos, civiles o laborales de la mujer) se da en el primer tipo de relaciones (las de producción); el feminismo de segunda generación (derechos sexuales y reproductivos) se da, como es evidente, en el segundo (las de reproducción). 

Las implicaciones no son pocas ni mucho menos, además de que son más bien delicadas. Y no se trata de que a los derechos de primera generación se añadan, en un sentido evolutivo-progresivo (progresista), los de segunda, que es la forma habitual de abordar el tema cual, si se tratara de un progreso indefinido respecto del que lo procedente es, sencillamente, ir levantando barreras que se vienen arrastrando como lastre del pasado hacia una liberación definitiva y absoluta de la mujer. Y si no se trata de esto es porque, para decirlo al modo de Federico Engels, la familia, la propiedad, el Estado y la demografía, y por tanto la geopolítica, están de por medio. En mi próximo artículo hablaré más sobre esto. 

POR ISMAEL CARVALLO
ASESOR EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS
@ISMAELCARVALLO

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