Las primeras campanadas de cada año que comienza llegan con toda la buena voluntad y una serie de propósitos para mejorar tanto nuestras propias vidas como las de todos aquellos que nos rodean.
Pero pasar del plan a la acción es lo verdaderamente complicado, sobre todo si existen sentimientos de urgencia y exigencia más allá de nuestras propias posibilidades, lo que casi siempre termina en fracaso.
“Los propósitos de año nuevo, regularmente, se establecen motivados por la ilusión de iniciar de cero. Estos van, desde la intención de adquirir nuevos hábitos alrededor de temas de salud o de cambiar algunos comportamientos con el fin de mejorar la calidad de vida.
“Sin embargo, aunque la motivación esté en su punto máximo, en la mayoría de los casos no es suficiente para sostener las metas durante todo el año, esto debido a que el hábito es un proceso que va más allá de la motivación”, argumenta Cristina Pasos, coordinadora de la licenciatura en Psicología Clínica en CETYS Universidad Campus Mexicali.
¿Por qué no puedo cumplir mis objetivos de año nuevo?
De acuerdo con la experta, hay algunos ejes generales en los que se basan los comportamientos que, tarde o temprano, desembocan en la frustración por no alcanzar los objetivos autoimpuestos.
Uno de ellos es el pensamiento del “todo o nada”, que se da en el momento en el que solo se toma como válido alcanzar al cien por ciento la meta que se impuso o, de lo contrario, no se realizó el esfuerzo necesario.
“El deseo de hacer un cambio radical iniciando el año, lejos de acercarte al cumplimiento del propósito, podría hacerlo ver como algo complejo e inalcanzable y con ello hacerte sentir frustración e incapacidad.
“Hay metas que se establecen pensando en el resultado final y no en la suma de partes que se requieren para llegar a ella, o bien las partes que se contemplan no se han ajustado a las características y circunstancias individuales”, explica Pasos.
La psicóloga detalla que, en su especialidad, existe un término llamado encadenamiento, el cual explica los pequeños pasos que se integran a la rutina diaria para lograr un cambio efectivo y permanente.
“Para que un comportamiento nuevo se consolide es importante que se repita, pero sobre todo que se refuerce, es decir, que logres percibir lo que suma a tu vida. Al final, el verdadero cambio no reside en los grandes gestos, sino en los pequeños pasos diarios que, con perseverancia, se convierten en un estilo de vida que mejora la calidad de vida a largo plazo”, concluye.
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