La piel es uno de los órganos de nuestro cuerpo que requieren de mayores cuidados, y en muchas ocasiones desconocemos cual es la mejor forma de consentirla. Sabemos que existen los productos hidratantes y humectantes, pero desconocemos para que sirve cada uno y que nos conviene más.
A simple vista, la hidratación y la humectación parece ser lo mismo, pero la verdad es que son muy diferentes. Pero entender esas diferencias es lo que te ayudará a identificar las necesidades de tu piel.
La piel que está perfectamente hidratada y humedecida se muestra más fuerte y resistente ante la agresión de los factores ambientales, además de tener un aspecto más sano.
Humectante
Un humectante actúa como barrera protectora en piel y tiene como principal función evitar la evaporación del agua que contiene el tejido y ayuda a reponer los aceites naturales de la piel. Gracias a estos productos se puede restablecer el manto ácido para protegerla de enfermedades cutáneas y diversos factores dañinos del medio ambiente.
Hidratante
Un hidratante es un producto indicado para aportar agua a las células de la piel. Estos productos actúan en las capas profundas de la piel y por lo general, contienen sustancias activas como vitaminas, sales, minerales, y otros. Una piel hidratada por lo general es más flexible, luminosa, elástica y suave.
¿Cuál es la diferencia?
La diferencia radica en que humectar significa crear una capa protectora en la piel para que mantenga su humedad natural mientras que hidratar es aportar agua e hidratación. En otras palabras, la piel seca no produce los suficientes aceites naturales para mantener su nivel óptimo de humedad y necesita apoyo extra, mientras que una deshidratada pierde agua de forma excesiva.
Actualmente podemos encontrar en el mercado una gran variedad de productos que humectan e hidratan la piel al mismo tiempo. Sin embargo, a menos que tengas una piel muy seca, un producto humectante bastará en tu rutina de belleza.
Para hidratar la piel de forma natural, debes tomar suficientes líquidos y comer alimentos ricos en ácidos grasos, como nueces, semillas, pescados como el salmón y el atún blanco y el aguacate.