Cúpula

Gabriel Zaid, lección de lectura poética

El curioso ojo lector del poeta y ensayista regiomontano, que celebra 90 años, registra desde el letrero en el transporte público hasta el artículo más riguroso de estudios filológicos

Gabriel Zaid, lección de lectura poética
Foto: El Heraldo de México

Lector de todos los géneros, Gabriel Zaid ha demostrado la honestidad de la escritura basada siempre en el acto previo de lectura. Su curioso ojo lector registra desde el letrero en el transporte público hasta el artículo más riguroso de estudios filológicos, como los publicados por la Nueva Revista de Filología Hispánica de El Colegio de México.

Gabriel Zaid ha elogiado la lectura porque reconoce en ese acto un ejercicio de práctica de la libertad. Parte de su ensayística se cimenta en ensalzar las ventajas de inclinar el rostro sobre el libro abierto. Más que ufanarse de las páginas leídas es el reconocimiento de un estadio de la escritura, pues la escritura se funda en una lectura atenta y crítica.

De las diversas especies de lector, Zaid es un lector especializado que navega las distintas aguas y las variadas profundidades. Por ejemplo, responde de manera única algunos esfuerzos nobles de la academia. Cuando Antonio Alatorre publicó su extenso artículo llamado “Avatares barrocos del romance”, Zaid dijo que se trataba de un libro disfrazado de artículo. Uno da la risotada cuando descubre que ese texto era uno de tantos que conformarían el clásico Cuatro ensayos sobre arte poética de Antonio Alatorre.

Sumo otro ejemplo más con Alatorre, aunque Zaid ha tenido numerosos interlocutores. En cierta ocasión Alatorre convocó a los poetas a que resolvieran los enigmas de sor Juana, pequeñas redondillas con una densa ambigüedad. Zaid respondió la convocatoria y lo hizo con una décima.

Esto me permite hablar de su dominio de la métrica que se deja ver en sus análisis y comentarios, así como en los poemas propios en los que encontramos pareados sencillos que concentran y aluden toda la tradición hispánica de los cancioneros anónimos.

Esa curiosidad posibilita que Zaid conociera los esfuerzos como el del Diccionario del Español de México y demás temas en relación con la lengua, sus significaciones y sus implicaciones. Sin embargo, entre sus lectores lo que lo distingue es su pensamiento vivísimo de reflexión sobre la poesía.

Los ensayos en los que discurre sobre la poesía son memorables. Pequeñas observaciones que abren el panorama interno de lo que ocurre dentro del poema. Para un joven estudiante que quiere hacerse poeta nada mejor que estas pequeñas microcápsulas sumamente efectivas. El lector de estos ensayos aprende a observar los fenómenos internos del poema y descubre que siempre se hallan intenciones, y que éstas pueden ser evidentes si se les observa y desmonta con paciencia e inteligencia.

Gracias a su formación como ingeniero, Zaid logra recrear en textos breves ecuaciones que muestran los valores asociados a sustantivos y adjetivos para revelar cómo funciona una metáfora. El lector puede buscar y leer el texto “Azules que se caen de morados”, en el que con brevedad explica dos metáforas de Carlos Pellicer. En matemáticas una función breve suele ser más elegante.

Memorable es el desglose del sustantivo grillo y luego el verbo grillar, en uno de sus ensayos en el que en un momento de la exposición incrusta un soneto de posible factura de Ireneo Paz, abuelo del famosísimo poeta de La estación violenta. Se trata de un soneto de consonantes forzados con terminaciones en -xtli cuyo verso final es “no te libra ni el dios Huitzilopoxtli”. Además, en la práctica de la poesía Zaid logró incluir la palabra taxi en el poema “Teofanías”, con esa x que recuerda cierto soneto de Mallarmé.

Diálogo con la tradición, con sus pares de generación, en pregunta y respuesta fue como Zaid se ganó un reconocido estatuto dentro del panorama literario de México. Esta manera de proceder está dentro de la tradición del pensamiento dialógico. Preguntar y preguntarse. Lanzar botellas al mar pero antes recoger las botellas rebosante de preguntas que otros mucho antes se han hecho.

Importa regresar a los ensayos de Gabriel Zaid porque apelan a nuestra actualidad. Aquellos ensayos en los que remitía a Machado y su Juan de Mairena cobran relevancia a la luz de ChatGPT. Esa máquina de cantar, de composición de poemas ¿cómo sería? ¿Qué necesita un programador para escribir en el prompt de la interfaz las coordenadas correctas de cómo se escribe un endecasílabo, ya no un poema?

La manera en que Zaid ensaya sobre la poesía nos recuerda que componerla todavía se puede comparar a un milagro. Esto porque un poema puede definirse como una antología de palabras. Y para que esto suceda cada lector necesita su propio almacén de versos.

El ÓmnibUs de poesía mexicana

Aplicando el método conocido de la encuesta, preguntamos a amigos reunidos en una cena. Tres de ellos habían leído el Ómnibus de poesía mexicana. “Recuerdo el canto triste de Cuacuauhtzin, enviado a la guerra por Nezahualcóyotl para quedarse con la prometida”, “viene a mi mente el conjuro de los tres ajusticiados para persuadir a la amada, “¿no está allí la de Bésame mucho de Consuelo Velázquez?, tengo para mí que está en esa antología”.

El curioso lector podrá comprobar que, en efecto, un poema elegíaco náhuatl, un conjuro de saber popular y una canción traducida y cantada incluso por alguien como Frank Sinatra están contenidos dentro del libro. Y es que el Ómnibus radicalizó la manera de leer poesía. Acostumbrados a los cánones occidentales de tradición culta, con Zaid aprendimos que la poesía indígena, la poesía popular recogida en las letrinas o en los camiones del transporte público valen como poesía. Dentro de la antología el mixteco tendía puentes semánticos con poemas solemnes. Las letras de letrina nos redescubrían a Quevedo. Los conjuros hacían resonar los tambores del miedo y la fascinación.

El último volumen de las obras completas, editadas por El Colegio Nacional, está en mi estante de lecturas pendientes a espera de nuevos descubrimientos felices. 

Gabriel Zaid eligió el anonimato a la estridencia de las fotografías. Los estudiantes quisieran conocer aquel rostro que alimentó el amor por la lectura, en especial, por la de la poesía.

PAL

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