Cuando un artista tiene el corazón roto, pueden pasar decenas de cosas. Desde la creación de las más brillantes y doloras obras de arte, hasta dramáticos suicidios cartas de amor. O el bautizo de una calle.
Esto último fue por lo que optó una de las leyendas de la Época de Oro del cine mexicano ante la imposibilidad de que una estrella de Hollywood se fijara en él como una pareja amorosa.
Los protagonistas de esta historia no podían ser más diferentes. Mientras ella es considerada una de las actrices más refinadas de la historia, él era considerado el prototipo del macho mexicano.
¿Quieres saber más? Pues esta es la historia de cómo el corazón roto de Emilio el “Indio” Fernández le dio nombre a una calle en pleno centro de Coyoacán.
Un amor de película
El papel de Melanie Hamilton, la mejor amiga de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, no solo significó un paso enorme en la carrera de Olivia de Havilland, actriz angloamericana, nacida en Japón, también le ganó un enamorado increíble.
Tras verla en la pantalla grande, Emilio el “Indio” Fernández se enamoró perdidamente de la actriz, al grado de querer enamorarla. Pero había varios obstáculos entre ellos, entre los que destacaban el idioma y la distancia, por lo que decidió buscar otra alternativa.
Esa opción se presentó en la forma de un asistente de producción de los Estudios Churubusco. Su nombre era Marcus Goodrich, a quien Fernández le encomendó la misión de llevarle cartas y regalos en su nombre, para tratar de enamorarla.
Sin embargo, al conocer a De Havilland, Goodrich también se enamoró de ella y terminó conquistándola… pero para él. La pareja se casó unos meses después de conocerse y se divorció seis años después.
La calle de la amargura
De Emilio Fernández se dicen muchas cosas, que era una persona de fuerte carácter, pero también un buen perdedor. Al conocer que su emisario se había casado con su amada, enterró sus intenciones amorosas, pero al mismo tiempo decidió inmortalizarla.
Se dice que, en algún momento, encontró un encabezado en un periódico donde hablaban de Sweet Olivia, su dulce Olivia, y decidió que ese sería el nombre de la calle en que vivía. Una noche, pasado de copas y con pistola en mano, salió de su casa para colgar el letrero con el nombre de Dulce Olivia y le avisó a sus vecinos que, de allí en más, ese sería el nombre de la calle.
Sobre su oficialización existen más leyendas que certezas. Se dice que la amistad que mantenía el cineasta con el presidente Miguel Alemán le permitió oficializar el nombre de la calle, y otros que fue el regente Ernesto P. Uruchurtu quien lo hizo.
Lo cierto es que, si te encuentras en el barrio de Santa Catarina, en el centro de Coyoacán, no debes dejar de recorrer la calle de la Dulce Olivia, donde una leyenda mexicana celebró su amor imposible.
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