Cuando el ingeniero, activista por los derechos de los niños y Premio Nobel de la Paz, Kailash Satyarthi, tenía cinco años, vivió un episodio que lo marcó de por vida: vio a un niño de su edad quedarse afuera de la escuela, limpiando zapatos en lugar de estudiar.
Al preguntarle al padre del niño, quien también había limpiado zapatos cuando pequeño al igual que su papá y su abuelo, éste le contestó que algunos niños nacen para estudiar y otros para limpiar zapatos.
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“Mi preocupación por los niños explotados, el trabajo infantil o su falta de escolaridad comenzó a muy temprana edad. Así, empecé a involucrarme en actividades sociales, ayudando a los niños con sus libros, juntando dinero para sus colegiaturas en mi infancia.
“Así que crecí con eso. Pero mis padres querían que fuera ingeniero, así que estudié eso. Enseñé en la universidad, pero abandoné mi carrera en 1980. En ese tiempo en la India y en otras partes del mundo no había conciencia sobre el problema del trabajo infantil, la gente solo sabe que hay niños pobres”, comenta Satyarthi en entrevista exclusiva para El Heraldo de México.
Entre las cosas que más le molestaron en ese momento, es que no se reconocía la labor infantil como un crimen, sino como algo normal con lo que los más pequeños podían ayudar a aliviar las necesidades familiares.
“Uno de los mayores retos para mí, entonces y actualmente, es pelear para cambiar esa forma de pensar, desarrollar una conciencia, luchar por leyes y su implementación en mi país, en el país vecino y, poco a poco, en todo el mundo”, detalla.
Un mundo de injusticias para los niños
Tras abandonar su carrera como ingeniero, Kailash Satyarthi dedicó su vida a la abolición de la esclavitud y el trabajo infantil, pero pronto se dio cuenta de algo terrible: no existían leyes que realmente protegieran a los niños ni en la India ni a nivel mundial, lo que permitía de facto su explotación.
“No tengo dudas en decir que, en los tiempos modernos, la humanidad aún está marcada con el estigma de la esclavitud infantil. Los niños son comprados y vendidos a precios menores que los de los animales, son usados como esclavos y, actualmente, como esclavos sexuales en línea, para la pornografía.
“También son usados para pequeños crímenes o como soldados. Los niños son mutilados, les cortan las piernas y las manos para ponerlos a trabajar como limosneros en muchos países”, explica.
Satyarthi considera que ese tipo de explotación, en mayor o menor grado, se sigue viviendo actualmente y uno de los principales problemas es que es un tema que está lejos de las grandes conversaciones, por lo que se le suele ignorar.
“La gente común está mucho más preocupada y suele proteger más a sus propios niños biológicos, sus hijos e hijas, hermanas y hermanos, nietos y así por el estilo, así que el sentido de la responsabilidad moral por otros niños no nos ha llegado aún. Todavía es un gran problema tanto en la vida social como política”, deplora.
Los datos le dan la razón. De acuerdo con la Unicef, uno de cada 10 niños del planeta trabaja y, de ellos, la mitad lo hace en condiciones de esclavitud o en labores que representan un riesgo para su vida o desarrollo físico o sexual.
Una globalización de la compasión
Si las cosas no cambian drásticamente, la Unesco señala que, para 2030, por lo menos habrá unos 125 millones de niños más empleados en distintas labores. Sin embargo, para el optimista ganador del Premio Nobel de la Paz en 2014 sí existe una alternativa.
“Los niños no son solo el futuro de un lugar, un país o una familia. Son el futuro del mundo. Nadie sabe si un niño de la calle puede convertirse en un científico y puede inventar una medicina que puede ayudar a miles de millones de personas. Nadie sabe si ese niño, propiamente educado, puede convertirse en un profesor, un científico, un Nobel de la Paz o un embajador.
“Cuando sintamos que son también nuestros niños, la compasión comienza desde allí. Y no necesitas buscarla afuera, está dentro de ti. Es algo biológico dentro de cada uno de nosotros, así que deberíamos permitir que se encienda la chispa de la compasión”, subraya.
Para el activista, que con su movimiento Bachpan Bachao Andolan ha salvado a más de 132 mil niños de las garras de los traficantes y explotadores, esta compasión podrá dar un sentimiento de responsabilidad y unidad al mundo y, con ellos, un mejor futuro.