La soprano Irasema Terrazas pertenece a una generación que, con su ejemplo, ha convertido a los cantantes de ópera en seres más terrenales, más cercanos a sus audiencias, y que, poco a poco, echa abajo esa imagen inalcanzable, de dioses del Olimpo. Además, es una artista que ha diversificado el campo de acción, pues no sólo es una de las intérpretes más reconocidas del género en México, también es actriz de doblaje y de teatro musical, y docente.
Tras el nacimiento de su hijo también se ha dedicado al estudio de la voz femenina tras un embarazo, un tema que vivió en carne propia y que es poco explorado en el terreno musical. “Con el embarazo se me centró el instrumento y se engrosó ligeramente en color, una cuestión que no es probablemente ni demasiado notoria, ni demasiado importante para los escuchas, pero sí para mí. Por ejemplo, el apoyo diafragmático abdominal tuve que reencontrarlo y eso me llevó bastantes meses, porque retuve mucho líquido y se me hizo una pancita en el embarazo bastante predominante”, cuenta.
Tras el nacimiento de su hijo ya no se sentía tan cómoda en el repertorio que trabajaba, pero se sintió mejor interpretando otros roles. “Pasé por un proceso de adaptación o readaptación del cuerpo, pero el cambio más importante vino en mis horas de sueño. Siento que mi instrumento creció para bien, es decir, se expandió, no creció en decibeles, sino que se expandió más bien como en criterio y en formas de expresión”, detalla.
Con la maternidad no pararon los días vertiginosos, la agenda, por suerte, estaba saturada y los viajes no cesaban. Una cosa tenía clara: “Lo que decidí fue nunca ser una mamá ausente, me lo dejé muy claro desde un principio, por lo tanto, me lo llevé a todas partes, así cantará en Monterrey, Guanajuato, en Mérida, en donde fuera, en Italia, me lo llevaba casi siempre con la ayuda de su nanita. Así lo hice hasta que el colegio me lo permitió, hasta que él entró a la primaria”.
Los viajes, sin embargo, tampoco fueron sencillos porque la presencia infantil y la doble jornada, no eran tan comunes. “Crecí en una generación en la que a las cantantes de ópera se nos decía que no debíamos tener hijos porque no haríamos carrera, creces con esos prejuicios y te los llegas a creer, que la maternidad será un impedimento para conseguir lo que quieres como cantante”.
Su deseo de formar una familia se impuso tanto como su deseo de ser una de las mejores cantantes de ópera. Ella, junto con otras intérpretes, abrió brecha para que la maternidad sea un estigma cada vez menos pesado. “El medio clásico musical vocal tiene un poco de más prejuicios ancestrales, pero de alguna manera también han ido cambiando, pienso en la vida de los cantantes en las redes sociales, con el tiempo se han bajado del Olimpo", dice.
Justo en un mundo más mundano, las cantantes son madres y, por ello, es preciso seguir visibilizando que la maternidad no exige un trato diferente, pero sí un ambiente propicio para gestar, criar y maternar, y para seguir siendo una artista completa y plena.
LSN