Lourdes Pérez Gay (Ciudad de México 1945) es una figura del teatro y es una mujer que tumbó puertas y ventanas para el teatro de las infancias; además, forma parte de una generación que abrió el camino para las teatreras que estaban irrumpiendo en la escena mexicana y que, además, querían ser madres. Y es que el mundo, más que ahora, estaba hecho para los hombres. Maternar implicaba retar al sistema, ausentarse del hogar, dividirse entre la edificación de un teatro mas equitativo y fuerte, y la construcción de una familia sólida.
“Empecé en el teatro de calle, con el grupo Mascarones, no fue fácil porque no había una actitud de respeto ni de integración, ni de apoyo para una mujer que era mamá, te hacían a un lado, se creía que para trabajar debías tener la misma fuerza que los hombres, la misma actitud, y sí la teníamos, diría que hasta más, pero con una hija las cosas son diferentes”, recuerda Pérez Gay, directora de más de 30 obras de teatro.
Y añade: “Tenía 27 años cuando nació Amaranta, en esa época se creía que yo ya era vieja para tener un hijo. Vivíamos en una comuna en la Ciudad de México, después nos fuimos a Cuernavaca y sentí que no era el lugar adecuado para Amaranta ni para mi otro hijo, Pepe; necesitaba un lugar tranquilo, alquilé una casita y nos fuimos a vivir ahí. En ese tiempo también hacíamos todas las obras para salir a las calles, queríamos cambiar el sistema y pelear”.
En esa efervescencia social y artística, surge el interés por los títeres, pero el grupo Mascarones, al que pertenecía, no estaba interesado. Pese a ello, Lourdes insistió e invitó a colegas a participar, vinieron titiriteros de diversos países y el teatro para las infancias comenzó a rendir frutos: el público se interesó. El giro en su carrera supuso un cambio en toda su vida.
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Y, tras su separación con el padre de sus dos hijos, unió su vida a la de Lucío Espíndola, con quien fundó Marionetas de la esquina, en 1977. A la distancia, Lourdes se conmueve al pensar en aquellos años de búsquedas artísticas y de carencias económicas. Vivir del teatro era una apasionada y desafiante manera de estar en el mundo.
Amaranta Leyva (Morelos, 1973) es una de las mujeres más activas del teatro: actriz, dramaturga, titiritera y directora de escena, y, junto con Lourdes, mantiene viva a la compañía Marionetas de la esquina y a La Titería, un espacio que se ha convertido, en casi 10 de años existencia, en un oasis para el teatro infantil, pero también para maternar y, al mismo tiempo, para seguir creando. El mundo para Amaranta fue otro, pero no muy distinto porque, dice, el patriarcado sigue aquí.
“Las olas del feminismo han logrado muchas cosas, pero faltan muchas más. Antes de mi generación hay muchas mujeres que rompieron paradigmas más fuertemente que nosotras, aún hay una rabia contenida de décadas. En mi caso, ya como mamá, sí hubo un momento en que pensé que no me podía dedicar solamente a escribir, que también quería ejercer mi maternidad, pero de una manera distinta”, dice.
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Ellas son madre e hija. Y la vida juntas, como todas las relaciones humanas, ha tenido desafíos y complejidades, pero, sobre todo, se han convertido en referentes del teatro para las infancias y del arte de los titiriteros. Se admiran sin pudor y se aman sin condición. Y en la búsqueda por maternar y crear, cuenta Amaranta, nace La Titería. “Yo quería un espacio en donde las mujeres que trabajamos podamos trabajar y podamos tener a nuestros hijos”, explica Leyva.
ADMIRACIÓN PROFESIONAL Y AMOR FILIAL
Amaranta mira a su madre y dice sin reparo: “Admiro mucho a mi mamá. Yo tuve que ir encontrando mi propia voz dentro del teatro, de la escritura y del trabajo para las niñas y niños. Uno lucha contra su destino, pero al final también pienso que si me atrevo a hacer cosas es porque siempre tuve esa red de protección, ese apoyo”.
¿Cuál es la frontera entre el vínculo familiar y el laboral?, se les pregunta. “En la primera etapa de que empecé a dirigir estaba más marcada ese rol, pero llegó un momento en que Amaranta fue creciendo tanto profesionalmente que ya yo no la tenía que dirigir, ella siempre daba lo que yo esperaba. Ha pasado el tiempo y es importante empezar a soltar, seguir investigando y seguir arriesgándose y eso lo van a hacer los jóvenes”. Amaranta, agrega: “Un tiempo fui la hija de, y después Lourdes fue la mamá de.
Ahora, cada quien ha logrado establecer su camino, fue un momento de mucha crisis, ver quién imponía, o dirigía, o marcaba su propuesta artística. Luego llegó la pandemia y todo se exacerbó, pero, al mismo tiempo, nos dio la oportunidad de comprender cuál era su visión y cuál era la mía, y que podíamos hacer cada una con sus propuestas. Hoy las cosas son diferentes para nosotras”.
LSN