Cúpula

Ursula K. Le Guin: la importancia de la ficción

Ursula K. Le Guin, una de las escritoras más importantes del siglo XX, eligió los relatos para Lo irreal y lo real, lanzado por Ediciones Minotauro

Ursula K. Le Guin: la importancia de la ficción
Forma parte de la colección Biblioteca Ursula K. Le Guin. Foto: cortesía Planeta

¿Por qué gustamos y, a su vez, necesitamos de la ficción? Ursula K. Le Guin venía de leer a escritores realistas, aquellos que plasmaron su reinterpretación de la realidad, los jardines tal y como florecían, porque en el terreno de la no ficción y, entre comillas, la deshumanización, la realidad no es una verdad, sino una mirada más o, en el mejor de los casos, una verdad que lleva a otras verdades, un pedazo del mundo, quizá sea esta la razón por la que en los premios literarios y en las novedades editoriales veamos tantos libros de este género por doquier. 

¿Qué pasa cuando nos agotamos de la realidad? Nos refugiamos en la ficción. Le Guin seleccionó sus relatos favoritos de este género, alejándose de sus icónicas y críticas novelas como son Un mago de Terramar (1968), La mano izquierda de la oscuridad (1969), etcétera y más etcétera, para juntarlos en una antología que se titula Lo irreal y lo real, editada por Ediciones Minotauro, la cual propone abrir pequeños planetas que conviven en una sola galaxia. Personajes, con nombres nítidamente elegidos por la autora, aparentemente diferentes entre sí, pero que tienen rasgos y vivencias similares, solo que en diferentes entornos.

A los poetas se les dificulta la narrativa y a los novelistas el verso poético. Son dos lenguajes literarios diferentes, y que, a su vez, tienen cosas en común: contar, contar y contar una historia o varias. La literatura, sobre todo la que se escribe desde el «yo», tiene esa fascinación y espiritualidad: conectar, porque todos hemos pasado por una experiencia de vida. En Le Guin el «yo» es transparente, como lo escribe en el relato ‘Hermanos y hermanas’: «(...) si hay un tipo de hombre que odio es un entrometido», reflejando su postura feminista. 

El escritor español Javier Marías, en varias entrevistas, llegó a decir que los novelistas en la ficción tienen mayor libertad, tanto en el lenguaje como en la postura crítica. Así, la ficción le permite a Le Guin expresar su mirada ante un mundo que conoce a la perfección, pero que también le es desconocido, tal y como dicta Stefan Fabbre en el relato ‘Una semana en el campo’: «Creemos que hay una ley, pero no hay ley. Hay crecimiento y muerte, placer y terror, un abismo, el resto nos lo inventamos». La invención de Le Guin proviene de su pasado como lectora de mitologías: cada historia, por muy cotidiana que llega a ser, está escrita como una aventura épica de los dioses nórdicos en el Ragnarök, como si descubriéramos al dios egipcio Anubis para que nos lleve con Osiris.

En Le Guin no hay un arte que trate de intelectualizarse, sino un arte que se humaniza, donde los personajes se cuestionan qué están haciendo con su vida, dándole al lector una pregunta y reflexión propia. 

Leer a Le Guin es leer una protesta, es adentrarse a mundos en los que hay autocrítica para la aventura y para las pasiones escondidas. Es leer a una escritora que experimentó todos los géneros literarios posibles, siendo novelista, poeta, traductora, ensayista, cuentista y escritora de niños; es leer nuestros deseos más profundos: inventarnos y observar otras posibilidades para ser más felices (en ocasiones).

En 2014 se le otorgó, en la ceremonia del Premio Nacional del Libro, la Medalla por Contribución Distinguida a las Letras Estadounidenses, en su discurso dijo que la aceptó en nombre de sus colegas escritores de fantasía y ciencia ficción que habían sido excluidos de la literatura durante mucho tiempo. A la fecha, seguimos con la misma problemática. Pobre ficción, pobre fantasía.

En estos tiempos de odio y desasosiego, Lo irreal y lo real es un viaje y, como todo viaje, hay una transformación. La misma que vivió Le Guin en sus semanas como estudiante de universidad. En esos días donde se pierde esa esperanza, hay que recordar lo que escribió uno de sus personajes: «No sabes qué bueno es estar aquí tumbado sin hacer nada».

PAL

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