La obra de Fedor Mijáilovich Dostoyevski siempre reflejó el entorno en el que vivía, la Rusia zarista del Siglo XIX y también muchos aspectos que eran autobiográficos. El libro “El jugador” es un ejemplo claro de ello, porque ahí contó la historia de Aleksei, un hombre que tenía adicción a las apuestas y a la ruleta, algo que él vivió en carne propia.
Durante su vida, Dostoyevski también evidenció otra condición de gran relevancia que vivió durante mucho tiempo, hablamos de los ataques de epilepsia que estuvieron presentes por más de dos tercios de su vida.
La infancia del talentoso escritor transcurrió en el hospital de un barrio pobre que estaba muy cerca de un cementerio que era destino de muchos indigentes del lugar. En ese hospital trabajaba su padre como médico y era un lugar en el que estaba gran parte de sus días. Por ello, explican varios biógrafos de Dostoyevski, el entorno de enfermedad y miseria dejaron una huella imborrable y lo convirtieron en un hombre extremadamente sensible.
En distintas obras, Dostoyevski creó presonajes que sufrían ataques epilépticos y otros trastornos que afectaban su personalidad. Kirilov en Los Endemoniados, Murin y Ordinov en La Patrona y Smerdiákov en Los hermanos Karamazov son algunos ejemplos de ello.
"Era una señal maligna"
En esa época y desde antiguas civilizaciones, se decía que quienes padecían ataques epilépticos eran portadores de un mal que se manifestaba mediante convulsiones súbitas en los brazos y piernas, además de expulsión de espuma por la boca. Decían que era una enfermedad contagiosa y demoníaca, razón por la que se estigmatizaba a quienes las padecían.
Dostoyevski tuvo su primer ataque de epilepsia tras el asesinato de su padre en 1839, cuando el escritor ruso tenía 18 años. Sufría de ataques recurrentes que estuvieron presentes el resto de su vida, esto además empeorado por su adicción al alcohol.
El caso del literato ruso fue estudiado por Freud en "Dostoyevski y el parricidio", donde dijo que los ataques tenían un origen relacionado con la neurosis. “Probablemente esta epilepsia era tan sólo un síntoma de su neurosis, la cual podríamos clasificar como histeroepilepsia, es decir, una histeria grave”, escribió.
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