Me preguntan por qué levanto la voz,
por qué lloro si no hay nada que limpiar.
Ciegos ante el moretón de una
que ha tatuado heridas en el alma de todas.
Les cuestiono entonces si saben lo que es ver las alas fracturadas de su hermana
o el dolor que en sus ojos ha roto su mirada.
Presenciar cómo sin aire le llora a la luna cuando sueña que le pegan,
cómo el terremoto en su respiración trae un miedo que gangrena.
Cuando el mar de tu amiga se tiñe de rojo
y las ganas de arrancarse la piel se convierten en su calabozo,
no te quedas callada,
le ayudas a reconstruir sus alas.
Así que sí, seré ruidosa, sensible y persistente,
pero tengo un motivo, flores ahogadas que sienten,
cascadas violeta que entienden.
Levanto la voz por las melodías que han apuñalado,
lloro porque sí hay fracturas que limpiar
y heridas que coser, abrazando, estando.
Arropo estrellas congeladas
con sábanas lavanda
esperando que algún día
donde viven hoy cenizas vuelvan a habitar sonrisas.
Canto: “Nadie tiene derecho a cortar tus alas,
no olvides nunca la luz de tus jacarandas.
El polvo que envenena lo hemos
sacudido, nosotras, aquí seguimos”.
PAL