CÚPULA

Cuando cada cosa volvió a su lugar

Un día, agotada de este sentimiento, del “deber ser”, decidió dejarlo de lado y encontrar ese espíritu que sabía existía

CULTURA

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ILUSTRACIÓN: GIOVANNI ASCENCIOCréditos: ILUSTRACIÓN: GIOVANNI ASCENCIO

Cada año, conforme fue creciendo, dejó que ese espíritu puro se lo fuera empañando el mundo exterior; poco a poco, lo que se veía afuera no era más lo que pasaba dentro de ella y ya no hacía más resonancia. Siempre caía en la trampa en la que caemos la mayoría al crecer. Había cosas que se disfrazaban de ser más importantes,  de cobrar mayor trascendencia y esa voz nata se fue difuminando, confundiendo con el ruido exterior. Esa niña se convirtió en mujer, pero jamás soltó los adornos y las luces, ni tampoco de hacer sentir mejor a los demás. Lo que sí pasó es que dejó de escuchar su voz y de disfrutar lo que significaba; aunque las luces brillaban, ella no podía ver lo que iluminaban.

Un día, agotada de este sentimiento que a muchos marea, el “deber ser”, decidió dejarlo de lado y encontrar ese espíritu que sabía existía –ella lo había vivido–, pero que hace muchos años había pasado a ser un vago recuerdo de infancia.

Y fue cuando se hizo chiquita, cuando quitó el sonido, lo que la perturbaba, el ego de todos por demostrar quienes son: lo de afuera y el ruido. Cuando quitó los nombres y las fechas y cruzó miradas sin prisa con los niños, cuando se sentó en su sillón y dejó que el perro se subiera al sofá sin miedo a que lo manchara y recargara su cabeza en sus piernas, cuando dejó de preocuparse por calorías y pidió un chocolate caliente con malvaviscos en una taza que parecía no tener fondo. Cuando apagó su celular y prendió el televisor para ver su serie favorita dispuesta a perder el tiempo y para ganarse a ella, cuando los regalos no se envolvieron, se envolvió ella de ella misma. Cuando los villancicos se cambiaron por su música favorita, aunque no fuera de la época. Cuando decidió llamar por teléfono por horas a un amigo al que extrañaba y recordaron viejos y divertidos chistes. Cuando se sentó en el piso con un álbum de fotos de infancia y hojeando una por una, se dio cuenta que ese famoso espíritu navideño nunca se había ido, no se trataba de una época, sino de un estado de redescubrirte, donde empiezas a ser tú.

Esa nueva versión de ella, con lo aprendido, con lo recuperado del olvido, con lo lastimado, con lo vivido, con lo tangible y lo que todavía es idea, con lo que tuvo que perdonar, con el valor que tuvo para frenar y no permitir ni un paso más, con lo que ya se fue, con lo que quiso, con lo que todavía quiere, con lo que querrá para toda la vida.

Encontrar un espíritu de paz que puede ser retador. Vivimos en un mundo que no está precisamente diseñado para encontrarlo en cada esquina, pero es cuando te haces pequeño nuevamente y tienes mayor claridad. Cuando lo pequeño se engrandece, cuando las oraciones se escuchan más, cuando haces un huequito especial para que aquél que nace esta Navidad tenga un lugar digno para llegar.

Érase una vez una mujer que recordó cuando era niña, y fue cuando más grande se hizo, pues todo lo pequeño cobró la importancia y cada cosa volvió a su lugar.

Por Paola Albarrán

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