México ha tenido personajes poco comúnes, famosos o simplemente curiosos, algunos fueron cantantes y artistas reconocidos como Pedro Infante y Frida Kahlo, mientras que otros simplemente llamaban la atención por sus actividades poco usuales.
Tal es el caso de Bárbara Guerrero, mejor conocida como Pachita, una curandera mexicana que se hizo famosa por las inexplicables formas que tenía para realizar cirugías y trasplantes.
Pachita nació en 1900 en Parral, Chihuahua y fue criada por un afrodescendiente llamado Charles, luego de que sus padres la abandonaran. Más adelante, la curandera mexicana se unió al bando de Francisco Villa, ahí luchó, aunque después buscó diversas formas de generar ingresos, ya que no era favorable su situación económica.
¿Cómo se convirtió en curandera?
Fue en la década de 1970 cuando ya tenía un consultorio en la llamada Casa de las Brujas, ubicada en la colonia Roma, ahí era visitada por sus pacientes, entre los que había políticos y empresarios.
Lo extraordinario de su método es que no utilizaba nada más que sus manos y en ocasiones, un cuchillo, para extraer órganos dañados y para cerrar la herida, únicamente colocaba sus manos.
Fue el neurofísico mexicano Jacobo Grinberg-Zylberbaum quien escribió sobre Pachita en el libro "Los chamanes de México", en él explicó: "Durante las operaciones que realizaba ella era capaz de materializar y desmaterializar objetos, órganos y tejidos. El manejo de las estructuras orgánicas Ie permitían realizar trasplantes de órganos a voluntad, curaciones de todo tipo y diagnósticos a distancia con un poder y exactitud colosales.”
Todo inició cuando Bárbara fue a un circo y curó a un elefante enfermo, desde ese momento decidió sanar a la gente, apoyada de su don y del mismo cuchillo sin filo, no obstante, aseguraba que ella no realizaba las operaciones, sino su "hermanito", el tlatoani Cuauhtémoc.
Las cirugías que realizaba eran exitosas, sin importar de que trabajara con riñones, médulas, dedos y cerebelos de personas a quienes no les cobraba. Asimismo, las cirugías consistían en remover órganos y colocar otros, luego de cerrar la herida, enjuagaba con un poco de alcohol, vendaba y en cuestión de horas, los pacientes ya podían regresar a sus casas.
Los cuidados posteriores consistían en algunos jarabes e infusiones, así como tres días de reposo que debían de cumplir sin excepción alguna. Su método llamó la atención de diversos personajes como el psicólogo estadounidense Stanley Krippner, Alberto Villoldo, Salvador Freixedo, Alejandro Jorodowsky y Carlos Castañeda.
Pachita nunca utilizó anestesia, tenía un perfecto control de la energía y parecía que creaba órganos de la nada cada viernes que realizaba los procedimientos, vivió en austeridad hasta el 29 de abril de 1979, cuando falleció en la Ciudad de México.
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