MUJERES, S.A.

Polvo de estrellas (y tomate)

De esos que medimos acá. Es decir, soy más pequeña que la sombra diminuta proyectada por un átomo en el horizonte de un agujero negro

Polvo de estrellas (y tomate)
Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Hace algunos días tuve el privilegio de estar muchas horas frente al mar, con los dedos de los pies firmemente enterrados en la arena y sin mucho más que hacer que oír cómo rompían las olas. El problema conmigo y la inactividad es que mi cerebro se entretiene tejiendo y destejiendo probabilidades, como Penélope.

Primero pensaba en mi pequeñez, en lo insignificante de mi cuerpo frente al azul -y poco pacífico- Pacífico. Pero luego abrí el lente de mi cámara y pensé: en medio del silencio de un universo ya incomprensiblemente grande para la mente humana (y que además no para de expandirse), flota una pelotita azul. Esa pelotita lleva -calculamos- unos cuantos miles de millones de años dando vueltitas por ahí. Ese tiempo es un suspiro en la vida de su sistema solar, que a su vez es otro suspiro en el tiempo cósmico, en esta esquina del Universo.

Y sobre esa pelotita estoy yo, por quizá un ciento de años. De esos que medimos acá. Es decir, soy más pequeña que la sombra diminuta proyectada por un átomo en el horizonte de un agujero negro.

Por un mero accidente cósmico -del tipo que le gustan a Ricitos de Oro- aquí estamos todos nosotros, preocupados por el precio del tomate. La vida humana (toda la vida humana), medida en escalas universales, es insignificante. Un parpadeo. Una chispa. Un soplo. Un maravilloso, milagroso y luminoso instante. Y en ese instante somos capaces de amar, de sufrir, de crear, de destruir, y -más extraordinario aún- de ser conscientes de nuestra propia insignificancia.

Pero, ¿para qué? ¿Cuál es el sentido de esta anomalía que hoy nos tiene guapos y perfumados frente a una computadora de oficina?

Sin entrar en discusiones de dogma religioso, me atrevo a teorizar que el punto de haber ganado la lotería galáctica no era venir a convertirse en el más rico del panteón. Posiblemente tampoco se trata de ser la más famosa, guapa o fotografiada. Ni dejar un hilo de seres igualmente insignificantes que tú detrás de ti. Supongo. Honestamente, yo qué sé.

Esto dice mi astrofísico consentido, Neil deGrasse Tyson:

“Si tu ego parte de ‘soy importante, soy grande, soy especial’, te esperan algunas decepciones cuando observes lo que hemos descubierto sobre el universo. No, no eres grande. No, no lo eres. Eres pequeño en el tiempo y en el espacio”.

¿De qué va la vida humana entonces? ¿Qué vamos a hacer con esta serie de coincidencias que hacen que hoy tengas tus ojos puestos en mis letras?

En este universo frío e indiferente, nuestra única tarea real podría ser dotar de sentido a nuestra presencia fugaz. Hacer de esta experiencia humana, que es infinitamente rara, lo mejor que podamos. Consideremos con seriedad que cada respiración es un privilegio estadístico. Y como -mientras estemos en este plano- no podremos darle un sentido universal ni absoluto, démosle uno íntimo, personalísimo, diseñado, curado.

¿Cómo vas a habitar esta excepción?

Olvida tu historia, tu legado, tu tiempo. Todo eso es tan fugaz, tan ligero.

Yo propongo enfrentar nuestra fragilidad, nuestra brevedad, con absoluta, irreverente e imparable intensidad. No en frivolidad, sino en autenticidad. En profundidad. En todo eso que nos enchina el cuero.

Venimos a vivir fuerte, no con cuidadito. A sentir profundamente, a equivocarnos, a impactar, a amar sin garantías. A hacer siempre el mejor trabajo que podamos -no importa de qué se trate-. A provocar mucha, mucha luz. A provocar.

Ser finitas nos duele. Pero también nos impulsa. Nos recuerda que cada instante puede ser único. Que cada decisión cuenta. Que cada pequeña rebeldía es una afirmación de existencia. Que cada gesto de amor, de belleza, de conciencia, es un acto radical.

Y si somos apenas polvo de estrellas conscientes por un instante… que ese instante estalle en mil colores.

Vivamos con coraje. Con propósito. Con intensidad. No porque todo tenga sentido, sino porque nada, en realidad, lo tiene.

"Los átomos de nuestros cuerpos se remontan a los restos de estrellas que explotaron. Somos polvo de estrellas. Estamos vivos en el universo. Y el universo está vivo dentro de nosotros."
— Neil deGrasse Tyson

POR CLAUDIA LUNA

PAL

Temas