Cuando Javier Milei asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 2023, lo hizo con un discurso disruptivo, prometiendo un cambio radical en la economía y el modelo de gobierno del país, tras décadas de crisis de todo tipo.
No hay que olvidar que, a principios del siglo XX, Argentina era uno de los países más prósperos del mundo. Las cosas comenzaron a cambiar con las políticas estatistas y populistas implementadas por el presidente Juan Domingo Perón, quien llegó al poder en 1946, y sus sucesores. El Estado se convirtió en el motor de la economía y se hizo de una enorme cantidad de empresas e industrias, a la vez que empoderaba sindicatos extractivos y cerraba la economía al exterior.
El estatismo peronista se convirtió en una cultura casi religiosa en Argentina. Se creó el mito del Estado providente que debía resolver todos los problemas de sus ciudadanos. Esto provocó un crecimiento desbordado de la burocracia, falta de libertad para crear y elegir los servicios públicos, la desmotivación de la iniciativa social y, por consiguiente, la pasividad de la sociedad civil.
Aunado a ello, el clientelismo y la corrupción se apoderaron de la clase política. Gran parte de la sociedad argentina recibía una “paguita” -sufragada con altísimos impuestos a los emprendedores- que desincentivaba el trabajo y la creación de nueva riqueza.
Milei ha venido a cambiar radicalmente esta situación. Utilizando la metáfora de la motosierra, ha comenzado a cortar aquellos gastos absurdos de un Estado elefantiásico, deficitario y permanentemente endeudado, y ha promovido sin ningún tipo de reparo la máxima libertad económica. Los resultados comienzan a verse: en diciembre de 2023, cuando Milei llegó al poder, la inflación mensual rebasaba el 25%, hoy es del 2.7%.
El gobierno logró revertir un déficit fiscal crónico, alcanzando un superávit fiscal por primera vez en 15 años. Las políticas económicas implementadas han contribuido a estabilizar el mercado cambiario, lo cual ha sido fundamental para restaurar la confianza en la economía nacional.
Pero los logros de Milei no se reducen a lo económico. A diferencia de otros gobernantes de la derecha convencional, Milei ha decidido dotar a su gobierno de una muy fuerte impronta cultural y cuestionar frontalmente los dogmas impuestos por la izquierda, sobre todo las nocivas ideas de la llamada “cultura woke”.
Javier Milei no es un político convencional. Es, más bien, un personaje arrogante y excéntrico que, quizá precisamente por ello, no busca acumular una gran riqueza personal, como lo hicieron sus predecesores peronistas, sino que su verdadera ambición parece ser pasar a la historia como el líder que logró recuperar la prosperidad perdida. Habrá que ver cómo termina ese propósito, pero por el momento, parece ir por el buen camino.
POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL
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