A propósito de la fotografía de Claudia Sheinbaum que ha estado circulando por todos lados, en la que cuatro mujeres indígenas observan cómo cuatro militares se inclinan ante la primera Presidenta mujer de México, se me eriza la piel al pensar en lo lejos que hemos llegado. Hace apenas 72 años, las mujeres no teníamos derecho a votar ni a ser votadas.
Tantas mujeres, como Hermila Galindo, Elvia Carrillo, Esther Chapa, Sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortiz, Frida Kahlo, Leona Vicario, La Malinche, mis abuelas Bárbara de la Borbolla y Bertha Domínguez, las tuyas, las de todas, todas esas mujeres que soñaron, que lucharon, que trabajaron para cerrar la brecha, para hacer posible lo que durante años era imposible.
Vale la pena recordar que, en 1953, las mujeres mexicanas obtuvieron finalmente el derecho a votar y ser votadas. Sin embargo, y aunque queda un largo camino por recorrer (según el Informe sobre la Brecha de Género 2020 del Foro Económico Mundial, México ocupa el lugar 81 de 153 países en términos de brecha de género), actualmente la participación política de las mujeres en México es cada vez más significativa. En 2018, 48.8% de los escaños en la Cámara de Diputados fueron ocupados por mujeres, según el Instituto Nacional Electoral (INE).
Hace apenas tres años, recuerdo las conversaciones que tenía con otras personas que decían que México no estaba listo para que lo gobernara una mujer. Personalmente, me llena de orgullo que la larga lucha haya demostrado lo contrario con la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo. Es usted una digna representante de nuestra historia, de nuestras antepasadas, de nosotras, de las que siempre creyeron en usted y de las que comienzan a ver de qué está hecha.
Por eso, aunque no es necesario porque la imagen tiene una claridad magnánima, creo importante poner en palabras lo que esta imagen tan profundamente nos evoca. Una imagen en la que militares de alto rango, hombres acostumbrados a que el poder y la autoridad estuviera de su lado, se inclinan no por obligación, sino por respeto, ante una mujer que lidera con inteligencia, sabiduría y empatía. Esta imagen, tan poderosa como inédita, no solo rompe con siglos de tradiciones patriarcales, sino que empieza a redimir un pasado lleno de exclusiones y marginación, y que da un giro hacia una necesaria reivindicación, que reconoce y celebra la dignidad y grandeza de las mujeres mexicas, mayas, mixtecas, toltecas allí plantadas, fuertes y poderosas, que ahora, como nosotras, son testigas de lo que pensábamos muy distante y que con esta imagen se nos revela como una realidad tangible.
Es un mensaje claro para las niñas y mujeres de México y el mundo: el poder no tiene género. Que una mujer dirija un país con corazón cálido y mente fría, con firmeza y compasión, demuestra que otro tipo de liderazgo es posible. Un liderazgo que no sólo gobierna, sino que inspira, que no sólo decide, sino que incluye.
Este momento es un paso hacia la reconciliación con nuestro pasado. Es un reconocimiento a las mujeres que han luchado, resistido y soñado con un futuro más justo. Es un recordatorio de que, cuando una mujer llega a lo más alto, lleva consigo a todas las que estuvieron antes y a las que vendrán después. Qué razón tiene nuestra presidentA con A, llegamos todas.
Sin duda, no hay mejor líder para dialogar con Trump, para mejorar la seguridad en nuestro país, para fortalecer nuestra economía, para ver primero por los más pobres, para construir más carreteras y trenes, para reconstruir Acapulco, para abrir posibilidades a todas y todos, para hacer que los tiempos sí sean para todas las mujeres, para seguir construyendo un México próspero.
Dicen que una imagen dice más que mil palabras, y es que no hay palabras que describan el buen momento que es para estar viva y ser mexicana. Presidenta, no está sola y estamos tan orgullosas de estar a su lado.
Hoy, México no sólo cambia su presente, sino que empieza a sanar heridas históricas. Y lo hace con la avenencia y ante la mirada de mujeres indígenas, de madres, hijas, abuelas y jóvenes, que desde todos los rincones del país atestiguan que, por fin, las oportunidades son para todas.
POR SUSANA CUETO
PAL