En el año 1957, en plena Guerra Fría, la URSS puso en órbita al primer satélite artificial de la historia. El hombre comenzó la carrera espacial. Menos de 15 años más tarde, Estados Unidos, vencedores en esa fase de la conquista del cosmos, bajó a uno de sus astronautas en la Luna.
Lograron un enorme paso para la humanidad.
Muchos años después (2010), sin resolver los más primitivos problemas de una milpa, Felipe Calderón, entonces presidente del país, recordó una vieja oficina de la Secretaría de Comunicaciones, llamada “Comisión Nacional Espacio Exterior”, y creó la pomposa Agencia Espacial Mexicana, cuyos propósitos —en el papel— nos habrían llevado al dominio de las estrellas. No sirvió para nada.
Participó, eso sí, en la colocación de satélites fabricados en el extranjero y propulsados por naves extranjeras.
Puso en el cielo a mexicanos, pero a bordo de transbordadores espaciales en cuya fabricación ni el país ni sus diversas instituciones (Instituto Mexicano de Comunicaciones; Comisión Federal de Telecomunicaciones, Instituto Federal de Telecomunicaciones, Telecomunicaciones de México (Telecomm) y Satélites Mexicanos, Satmex) participaron siquiera con un mísero tornillo.
Sin embargo, la Cuarta Transformación no podía reducirse sólo al dominio renovador de mares y tierras, incluido el Golfo de México, cuyo nombre defendemos con documentos de la España esclavista y colonial, y por tanto desapareció el engendro calderonista para darle paso a una extrañísima mixtura entre la Agencia Espacial Mexicana y el Sistema Satelital Mexicano.
Y para ello echaron a la calle a un especialista bien conocido en el ámbito del espacio exterior, Salvador Landeros Ayala, quien fue presionado hasta la amenaza y ya renunció a la AEM, (según dijo ayer Rodolfo Neri Vela en Radio Fórmula), para irse como Buzz Lightyear, al infinito y más allá; es decir, hasta la casa campestre de López Obrador, por aquello del nombre, nada más.
Landeros habló de las presiones y el gobierno las matizó con una larga lista de elogios a su capacidad personal, suficientes para preguntarse por qué entonces lo echaron a la calle.
José Merino, director de la Agencia de Transformación Digital (casi desarrollador del DeepSeek, el nuevo Álvarez Buylla) ), fue el encargado de hostilizar a Landeros y empujarlo a producir la primera renuncia del sexenio dorado.
La Presidenta explicó con este enredo, el enredo anterior:
“No se desaparece (la AEM); se fortalece, es que cambia de nombre al integrarse dos áreas que tiene que ver con este tema, si quiere seguir participando el doctor, bienvenido…”
Cuando la 4-T nos habla de fortalecer algo (Conashit o CNDH, por ejemplo) debemos preparar el traje negro y llamar a la agencia de pompas fúnebres.
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADOR
@CARDONARAFAEL
MAAZ