Esta palabra está de moda en el ambiente político y habrá que cuidarla. En efecto, el respeto es, por ejemplo, un ingrediente básico para sentarse a negociar cualquier tipo de acuerdo. Sin importar el tamaño del país con que se negocia -más chico o grande- o el volumen a negociar, respetar a la contraparte resulta básico para obtener buenos logros. El grande respeta al pequeño y viceversa, es una regla no escrita para poder llevar “la fiesta en paz”. De la falta de respeto se llega fácilmente a la agresión.
En el mundo hay personajes proclives a la falta de respeto como lo es el señor Putin en Rusia, o el lépero Nicolás Maduro en Venezuela. Trump es por supuesto un personaje que se mueve con gran facilidad en la agresión y la humillación de los demás. Con el respeto al parecer tiene otra relación. Al igual que López Obrador que disfrutaba enormemente de humillar a los demás y lanzarles insultos, en un momento dado salía con el asunto del “respeto”. No voy a tal lado porque le pueden “faltar el respeto a la investidura presidencial”; “tengo que cuidar la institución presidencial, que se respete”. Llamaba la atención pues él era el primero en degradarla con las babosadas que decía cotidianamente en su mañaneras. Pero él también veía los insultos en las redes sociales y consideraba que había que poner un límite que bien podía ser que no lo insultaran directamente.
En el caso de Trump vemos que recurrentemente alega faltas de respeto a su país. Quizá es un rasgo de estos narcisistas que claman que se les adore y admire sin contención. Para Trump, se deja ver en varias de sus apariciones públicas, parte del problema de Estados Unidos es que no se le respeta en el mundo. De ser la gran potencia se les perdió el respeto y ahora todos le gritan, lo insultan y ellos tienen que pagar fundaciones, instituciones y seguridad en el mundo. A Trump no le parece. Por eso las cosas están al revés, según él. La semana pasada, en Davos, dijo claramente en su mensaje que en el mundo tenían que aprender a respetar a Estados Unidos. Hasta hace poco, un sujeto como el oligofrénico de Gustavo Petro, presidente de Colombia, podía gritar cosas contra el imperialismo, juntarse con otros izquierdosos de la zona cantar loas a Cuba y pedirles dinero a los estadounidenses y no había problema. Ya no será así como pudimos apreciar, precisamente con el presidente colombiano. Para Trump la figura del gigantón buena gente que aguanta lo que sea con tal de que sea el más importante, no tiene sentido. Se es el gigantón para ser temido, respetado.
Habrá que andarse con cuidado dadas las condiciones tan favorables con que llegó a la presidencia. Tratar de entenderlo no es sencillo. Al gobierno mexicano le ha costado trabajo, pero por lo dicho por el propio Trump, las cosas van bien. Sheinbaum lo dijo claramente: “con respeto a nuestra soberanía y respeto entre los pueblos y las naciones estamos obligados a tener una buena relación…”. Cierto, con respeto será más fácil moverse y una mujer como ella no tendrá problema para darlo y recibirlo.
El caso de Petro es un buen ejemplo de lo que es capaz de hacer Trump. El colombiano se ha de haber sentido Simón Bolívar cinco minutos y no acababa de poner su disco de Silvio Rodríguez cuando le llegó una respuesta brutal por parte del presidente norteamericano. De mantener las sanciones económicas anunciadas en tres días, le deshacía la economía. Esto para que quede claro que junto con el respeto no es buena idea andarlo provocando, trae ganas de pelea y nada más está viendo quién se le pone enfrente para patearlo. Como Petro.
POR JUAN IGNACIO ZAVALA
PAL