Las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre su interés en adquirir Groenlandia son un recordatorio preocupante de las tensiones geopolíticas en un mundo cada vez más competitivo por recursos y posiciones estratégicas. Trump ha descrito la isla como una "necesidad estratégica" para Estados Unidos, mencionando su importancia geopolítica y económica.
Sin embargo, estas declaraciones no sólo evocan un pasado colonial, sino que también subestiman la soberanía y el derecho de los groenlandeses a decidir su propio futuro. Groenlandia, una de las islas más grandes del mundo, cuenta con una población de apenas 56 mil habitantes y una vasta extensión cubierta por hielo que representa el 10% del agua dulce del mundo.
En un planeta afectado por el calentamiento global, esta "nevera del mundo" está derritiéndose rápidamente, abriendo nuevas rutas de navegación y exponiendo recursos minerales y energéticos, como tierras raras, uranio y petróleo. En 2021, un informe del Servicio Geológico de Estados Unidos estimó que Groenlandia podría albergar uno de los mayores depósitos de tierras raras del mundo, elementos cruciales para tecnologías como baterías y dispositivos electrónicos.
La ubicación también es clave. Groenlandia se encuentra entre el Atlántico Norte y el Ártico, lo que la convierte en un punto de interés estratégico para controlar rutas comerciales y actividades militares. Estados Unidos ya mantiene una base aérea en Thule, al norte de la isla, que es crucial para su sistema de defensa antimisiles.
En respuesta a estas declaraciones, el gobierno groenlandés y el reino de Dinamarca han dejado claro que "Groenlandia no está en venta".
Sin embargo, algunos sectores de la población groenlandesa han comenzado a discutir la posibilidad de un referéndum sobre su independencia. Si bien actualmente Groenlandia forma parte del Reino de Dinamarca con un alto grado de autonomía, un movimiento hacia la independencia podría colocar a la isla en una posición vulnerable frente a potencias extranjeras.
Las declaraciones de Trump y la posibilidad de "adquirir" Groenlandia reflejan una mentalidad colonial que parece no haber cambiado desde el siglo XIX. En lugar de considerar los intereses de los habitantes locales, esta visión prioriza las ambiciones económicas y geopolíticas de una superpotencia. Esto plantea preguntas éticas: ¿Es aceptable que una nación poderosa decida sobre el destino de otra simplemente porque posee recursos valiosos?
El Ártico es una región crucial en la lucha contra el cambio climático, y Groenlandia desempeña un papel central. Su capa de hielo está derritiéndose a un ritmo alarmante, contribuyendo al aumento del nivel del mar. Los países interesados en sus recursos deberían enfocarse en estrategias sostenibles y colaborativas, no en la explotación indiscriminada. ¿Qué implicaría para el mundo perder una región considerada el "refrigerador del planeta" en un momento de crisis climática?
POR TALYA ISCAN
CATEDRÁTICA UNIVERSIARIA. FCPyS (UNAM), U. PANAMERICANA
@TALYAISCAN
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