Con Donald Trump se cumple a la perfección la sentencia de que en política no hay sorpresas sino sorprendidos, además de la retirada de Estados Unidos del pacto climático internacional y las órdenes de promover la explotación de hidrocarburos en Alaska, con su orden ejecutiva de Declaración de Emergencia Energética Nacional, acelera la concesión de permisos y reduce las protecciones ambientales con el objetivo de potenciar la industria de los hidrocarburos y desincentivar las energías renovables.
La orden ejecutiva plantea una necesidad que deben tomar en cuenta todas las naciones del orbe: “La seguridad energética es un escenario cada vez más crucial de la competencia global… Un suministro interno de energía asequible y confiable es un requisito fundamental para la seguridad nacional y económica de cualquier nación”.
La declaración de emergencia, parte de la necesidad de Estados Unidos de un suministro de energía confiable, diversificado y asequible para impulsar la industria manufacturera, de transporte, agrícola y de defensa, así como para sostener los elementos básicos de su vida moderna y la preparación militar.
Ante una inadecuada e intermitente provisión de energía del anterior gobierno que aumentó sus precios en detrimento de los estadounidenses de bajos ingresos, se establece la necesidad de una acción rápida y decisiva para la integridad y expansión de la infraestructura energética de Estados Unidos, como una prioridad apremiante para su seguridad nacional y económica, aprovechando su potencial de recursos energéticos, traduciéndolos en prosperidad económica y mayor competitividad ante potencias extranjeras hostiles.
Esto daría respuesta a la demanda de energía y recursos naturales para alimentar la próxima generación de tecnología, reconociendo que la capacidad de Estados Unidos de permanecer a la vanguardia de la innovación tecnológica depende de un suministro confiable de energía y la integridad de su red eléctrica.
Lo anterior obedece a lo que ha llamado Trump la carrera armamentista de inteligencia artificial con China y otras naciones, lo cual requiere cantidades estratosféricas de energía; al respecto, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha informado que los centros de datos y la Inteligencia Artificial triplicarán la demanda de energía en los próximos tres años.
Con el anuncio de Trump de una inversión privada de 500 mil millones de dólares para infraestructura de Inteligencia Artificial, abre otro frente en su insaciable pretensión de que Estados Unidos sea el país hegemónico del siglo XXI, teniendo a China como uno de sus principales competidores en esta carrera tecnológica, que requiere de grandes cantidades de energía.
Para darnos una idea de la energía y recursos que se empleará en esta carrera tecnológica entre las principales potencias del orbe, Microsoft en su informe 2024 Environmental Sustainability, Data Fact Sheet, reconoce que ha duplicado su consumo de energía en los últimos años, pasando de 10,770,714 megavatios-hora (MWh) en 2020, a consumir 23,567,502 MWh en 2023; a lo que habría que sumar las grandes cantidades de agua que absorben y las emisiones de gases de efecto invernadero que producen estos procesos tecnológicos.
POR MANUEL RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
WWW.MANUELRODRIGUEZ.MX
PAL