Encuentro Contigo

Función de la culpa

Es por lo anterior que asumir la culpa es un acto que requiere responsabilidad

Función de la culpa
María Isabel Romero López / Encuentro Contigo / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Comencemos diciendo que la culpa es una emoción que tiene la función de activar nuestra actitud y carácter para afrontar las demandas de la vida, aunque además depende de la construcción social y simbólica que hacemos de ella. Cuando movilizamos dichas partes de nuestra personalidad asertivamente, lo que hacemos es reparar lo dañado; sin embargo, a veces sentir culpa de manera disfuncional nos puede llevar a asumir responsabilidades ajenas, somatizar en lugar de reparar, con lo que nos victimizamos, o podemos irnos por la vía del escape, negando nuestra participación en los eventos de la vida, haciendo gala de la irresponsabilidad.

Es por lo anterior que asumir la culpa es un acto que requiere responsabilidad

Lo que quiero decir es que el culpable irresponsable jamás asumirá su responsabilidad, aun y cuando haya sido descubierto con las manos en la masa, no lo aceptará; de hecho, fingirá descuido, broma, olvido y, si acaso acepta, sólo lo hará para salir del embrollo, pero acto seguido lo archivará en el baúl de los olvidos. Si le es posible, delegará tal responsabilidad en quien se acomode, para él/ella recuperar así, su tranquilidad. Como se dice: El más débil, el que anda queriendo reparar lo que no desarregló.

Mientras, el culpable cree que está en su derecho y que es libre de obtener lo que quiera, cuándo, cómo y de quién quiera. Si se le confronta, se ofende, se aleja para intimidar y cuando regresa lo hace asumiendo una postura de: “¡Aquí no ha pasado nada!” Incluso, intentará hacer creer a la víctima que ésta piensa, siente y percibe erróneamente, acto seguido, da carpetazo al asunto.

El culposo (o sea el débil), por su parte, asume más que la propia culpa, la ajena. Con dicha acción, lo que busca es liberarse de la ansiedad que le causa el qué dirán, el miedo al rechazo, abandono, etc. Desafortunadamente, al hacerse cargo por miedo y no con responsabilidad, libera al verdadero responsable, atándose así a la cadena de la culpa. El culposo pues, elige asumir el acto de pagar, en otras palabras, se victimiza. Pagando la pena con acciones agresivas, pasivas o su combinación pasiva-agresiva, paradójica e incongruentemente, hacía sí mismo o hacia los demás, viviendo a través de acciones y emociones muchas veces automatizadas (sin comprender por qué y para qué siente, piensa, hace y dice esto o aquello).

Por último, el responsable -al realizar un acto deshonesto-, sea descubierto o no, siente culpa por lo que asume su responsabilidad, que muestra realizando un acto ASERTIVO de reparación del daño y esto lo hace cuando ofrece una disculpa, repara el bien dañado, permite que cada uno de los participantes asuman y reparen su parte, corrige el error y buscará no repetirlo.

Por eso un acto responsable requiere de valor.

Valor para asumir la vergüenza de aceptar públicamente la infracción requiere también el valor de soltar la expectativa de ser visto como perfecto, requiere el valor de asumir las fallas, los errores, el fracaso, requiere además el valor de aceptar que a veces se pierde y a veces se gana.

POR MARÍA ISABEL ROMERO LÓPEZ
MAESTRA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA INTEGRATIVA

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