Genaro García Luna ha recurrido al último recurso mediático para evitar que, dentro de tres semanas, lo sentencien a cadena perpetua por narcotráfico: una desesperada carta donde asegura que “es de conocimiento público” la relación del presidente López Obrador con traficantes. Si bien el exfuncionario calderonista ya fue declarado culpable, la intención de su escrito es clara: acusar a quien sea con tal de reducir la condena y abrir una negociación con el sector del gobierno estadounidense que está obstinado a enlodar a AMLO. La DEA, por ejemplo, no perdona que a sus agentes se le prohibió trabajar en territorio mexicano.
En su carta, García Luna revela que la DEA le ofreció un trato, pero no dice que siempre negó que se lo propusieron. Tampoco aclara que el traficante Reynaldo Zambada García, El Rey, uno de los testigos en su contra, negó haber entregado dinero a López Obrador cuando éste fue jefe de Gobierno. No menciona que, en el verano de 2022, los fiscales de la Corte de Brooklyn presentaron una grabación de noviembre de 2020, donde García Luna ordena asesinar a El Rey. No dice que las “grabaciones, videos, fotos” que supuestamente comprueban los vínculos de AMLO con el narco son grabaciones, videos y fotos que nunca se presentaron en su juicio. No cuenta que fue acusado de distribución internacional, posesión e importación de cocaína (50 toneladas), de ser socio de una empresa criminal y de rendir falso testimonio. Mucho menos habla sobre la banda de secuestradores que protegió cuando lo consideraban ‘el súperpolicía’. Dice, en cambio, que su “honor está intacto”, que no “ha cometido ningún delito” y que una prueba de que de AMLO es culpable es la presunta carta de Ismael Zambada que embarra a Rubén Rocha Moya, el gobernador sinaloense que está rebasado ante la guerra de narcos locales.
Como no queriendo la cosa, García Luna alude a la reforma del Poder Judicial. ¿Qué preso decide hacer política a días de ser condenado, mínimo, a 20 años? Por eso la carta se suma a la reaparición del expresidente Ernesto Zedillo, cuya misión ha sido venir a denostar la elección popular de juzgadores. Es el mismo Zedillo al que se le considera el padre del Fobaproa. Es el mismo Zedillo que de un plumazo quitó a los ministros de la Corte y que decía que haría valer su mayoría en el Congreso cuantas veces fuera necesario. Es el mismo Zedillo que en septiembre de 2012 recibió la inmunidad del gobierno estadounidense para librar cualquier resultado adverso a la resolución de la CIDH, quien pretendió juzgado por su posible responsabilidad en la matanza de Acteal, donde un grupo del ejército mexicano armó a los paramilitares que cometieron la masacre en la comunidad chiapaneca.
A diferencia de la guerra civil que se ha desatado en Culiacán y otros reinos del capitalismo gore (que el gobernador R, la guerra civil que lleva al menos seis años en el México post-neoliberal no es con balas, sino con narrativas. En la derecha, los relatos son bien conocidos: que narcopresidente, que la deriva autoritaria, que Claudia Sheinbaum hereda “una reforma maldita”, que “está en riesgo el nearshoring”, que el gobierno estadunidense debe intervenir, que se viene la crisis económica, que las reformas destruirán al país y todas esas frases catastrofistas, ficcionales y cínicas de las que echan mano personajes como García Luna o Zedillo, ‘la maleantada’ López Obrador dixit. Bien dice AMLO que ya sólo falta que se aparezca Salinas de Gortari.
POR ALEJANDRO ALMAZÁN
COLABORADOR
@ELALEXALMAZAN
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