Con preocupación y como muchos millones de ciudadanos del mundo, hace unos días me dispuse a ver el debate Trump-Harris. Se calcula que solo en USA fue seguido por más de 60 millones de personas.
La decepción de los ciudadanos por la enorme desigualdad y la corrupción que enferma al planeta entero está a punto de dar al traste con los planes de la democracia. Muchos piensan que esta forma de gobierno (la menos mala diría Churchill) está en terapia intensiva. Lo que está pasando en Europa es una muestra de ello, lo que sucede en Latinoamérica también. Los populismos autoritarios supuestamente de izquierda y los de ultraderecha viven un momento de mágico esplendor.
Marine Le Pen (ojo: mujer) ha dado varios campanazos ultraconservadores en las elecciones francesas. La misma tendencia la podemos ver en Suecia o en Alemania. ¿Qué decir de Italia donde otra política (ojo: mujer), la señora Meloni, se alzó con un triunfo contundente en la tercera economía de la Unión Europea? Vox en España, aunque no se encuentra en su mejor momento, es ya
una opción de extremo derecha para el electorado español, con todo y el recuerdo de la dictadura de Franco.
Hungría con Orbán (tan admirado por Trump) se une alegre a estos países donde la restricción de las libertades, la discriminación y las políticas antifeministas (aunque a algunos los gobiernen mujeres) parecen enamorar a las mayorías. Más cerquita, en Venezuela, El Salvador, Cuba o Nicaragua, por ahí va la cosa. ¿Adónde vamos los que creemos en el respeto, en las libertades, en la búsqueda de consensos? No tengo la menor idea.
Por eso mismo, la excelente participación en el debate de Kamala me dejó un poco más tranquila. Y digo un poco ya que pareciera que este mundo está decantándose por los autoritarismos electos por las mayorías. Pero ayer se abrió una esperanza refrescante para nosotras las mujeres y me atrevo a decir que para todos los habitantes del orbe.
Harris logró sacar de sus casillas al candidato copetón; el Donald se mostró descolocado, incapaz de presentar argumentos sólidos que lo mostraran como un hombre enterado, sereno y confiable. Nunca se dignó ver a la vicepresidenta a los ojos y el lenguaje corporal dice muchas cosas sobre lo que en realidad piensa el republicano de las mujeres: que son para el adorno u objetos a los que usa y desprecia.
Los posicionamientos de Trump en temas como el aborto, la migración, y su gran ignorancia en temas de política exterior (no supo que decir sobre sus amigos dictadores como Putin o Kim Jong-un) lo mostraron de cuerpo entero como un mentiroso autoritario (“los demócratas matan recién nacidos”), que no respeta la verdad ni las instituciones.
Mucho menos logró distanciarse del peor ataque a la democracia desde la Guerra Civil de USA, cuando sus seguidores intentaron violentamente tomar el Capitolio incitados por él. El 5 de noviembre veremos si la irracionalidad tiránica de Trump es capaz de seducir a sus votantes o si solo le recetan unas trumpetillas.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
MAAZ