“México no tiene un aparato burocrático tan avanzado como el de Chile y Brasil, sin embargo, ha desarrollado islas de alta profesionalización en áreas como la política exterior” Esta afirmación es planteada en un estudio patrocinado por la Corporación Andina de Fomento, y en ese marco uno de los argumentos que explica tal fenómeno tiene que ver con la existencia de un servicio civil de larga data, el Servicio Exterior Mexicano (SEM), que opera con base en principios que le son comunes a los cuerpos burocráticos de este tipo: el mérito, la especialización y la estructuración jerárquica.
En el SEM sus integrantes ascienden con base en el mérito, el cual es evaluado, junto con otros factores, por una comisión de personal a lo largo de su carrera. Están debidamente especializados, ya que su estabilidad laboral y exigencia permanente de estudio (para poder ascender), les lleva de modo natural a la concentración profesional en el campo de las relaciones internacionales y sus distintas ramas.
El SEM además, es jerárquico al estar conformado de manera piramidal por siete rangos que van del Agregado Diplomático al Embajador, en un tránsito cuyo ascenso demanda de manera ineludible y por reglamento, lustros de empeño y evaluación recurrente.
Atributos sistémicos como esos, han sido determinantes no solo para la permanencia del SEM dentro de la Administración Pública Mexicana desde 1821, sino también para coadyuvar a la gestión de los intereses de México en el ámbito de la política exterior. En ese marco, tres esferas de acción resultan paradigmáticas para documentar aportes puntuales del SEM en el ámbito referido: la protección consular, la interacción con Estados Unidos y en la agenda multilateral.
La diplomacia consular mexicana es un referente global de estudio por su alcance y eficacia. Prueba reciente fueron las repatriaciones de cientos de mexicanos en situación de riesgo durante la pandemia en el 2020 o en ocasión del conflicto en Gaza en el 2023. Otros casos de eficacia han sido las condonaciones de penas de muerte a connacionales en el mundo, como la ocurrida en Malasia en 2012 en el caso de los tres compatriotas que fueron indultados y se salvaron de la horca.
En la relación con Estados Unidos, el mayor logro del Estado Mexicano subyace en el ejercicio autónomo de sus decisiones de política interior y exterior a pesar de los retos que trae consigo la vecindad con la primera potencia mundial, logro que no es mérito exclusivo del SEM, pero al que tampoco se pueden ignorar sus contribuciones.
Considérese por ejemplo el papel desempeñado por el Canciller Manuel Tello y el embajador (e ingeniero) David Herrera Jordán en dos pasajes brillantes de la diplomacia mexicana: el primero, en el voto en solitario de México contra la expulsión de Cuba de la OEA en 1962 (a contrapelo de la intención de Washington) y el segundo en la recuperación del territorio conocido como el Chamizal en 1963.
POR JOSÉ OCTAVIO TRIPP
EMBAJADOR DE CARRERA DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO
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