Política y diplomacia sostenible

Escandalosa desigualdad

La desigualdad no es sólo un problema moral o social, sino que también afecta el crecimiento económico. Las sociedades con altos niveles de desigualdad tienden a experimentar un menor crecimiento y más inestabilidad

Escandalosa desigualdad
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Hace unos días la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), posteó en la red X, una información que me pareció absolutamente escandalosa. El mensaje decía: “La desigualdad de ingresos en los países de la OCDE ha alcanzado su nivel más alto en medio siglo. El ingreso promedio del 10% más rico de la población es aproximadamente nueve veces mayor que el del 10% más pobre en toda la OCDE, siete veces más que hace 25 años.” O sea, el diez por ciento más rico de los países de la OCDE, entre ellos México, tienen ingresos promedio nueve veces superiores al diez por ciento más pobre. Pero no sólo eso: la desigualdad de ingresos ha tenido un crecimiento exponencial en esos países: hoy es siete veces mayor que hace 25 años. 

Hay muchas teorías que explican el aumento de la desigualdad en los países de la OCDE, un grupo de naciones en que la mayoría de sus miembros son de altos ingresos. La más socorrida es “la globalización”, que ha tendido a castigar a los trabajadores con bajo nivel educativo. La globalización y el avance tecnológico han beneficiado desproporcionadamente a los trabajadores con mayores habilidades, y a las personas con capital disponible. Ha aumentado el empleo precario, sin seguridad social, y han disminuido los empleos bien remunerados en el sector manufacturero. 

Además, las políticas fiscales y sociales se han vuelto menos redistributivas, con reducciones en la progresividad de los impuestos y en el gasto en servicios sociales. Desde luego, un factor clave ha sido la educación. La desigualdad en el acceso a una educación de calidad perpetúa las diferencias de ingresos. Las personas con acceso a una educación de calidad obtienen mejores empleos y mayores ingresos. 

En las últimas décadas sí ha habido un gran crecimiento económico entre los países de la OCDE, pero la distribución de sus beneficios ha sido muy desigual. Por eso ha aumentado la desigualdad económica y social. La otra cara de la moneda es que la globalización también hizo posible que China, y más recientemente la India, Vietnam y otras naciones asiáticas, hayan disminuido radicalmente la pobreza, de modo que el mundo en su conjunto tiene hoy menos pobres que hace cuarenta años, pero hay mayor desigualdad.

¿Por qué nos debe preocupar la creciente desigualdad? Pregunté a los expertos. Según Thomas Piketty, "La desigualdad no es sólo un problema moral o social, sino que también afecta el crecimiento económico. Las sociedades con altos niveles de desigualdad tienden a experimentar un menor crecimiento y más inestabilidad." (El Capital en el Siglo XXI). Por su parte, el filósofo estadounidense John Rawls, autor de “Teoría de la Justicia”, considera que "Una sociedad bien ordenada es aquella en la que todos los individuos tienen un sentido de justicia común y en la que las instituciones básicas tratan a las personas con igualdad, mitigando las desigualdades que surgen de factores arbitrarios como el nacimiento o la suerte." 

Hay consenso entre los grandes pensadores del tema. En su obra “Desarrollo y Libertad” el premio nobel indio, Amartya Sen, considera que "La desigualdad no se mide sólo en términos de ingresos o riqueza, sino también en términos de capacidades y oportunidades. Una sociedad verdaderamente justa debe asegurar que todos sus miembros tengan la capacidad de llevar una vida digna." Por último, el también premio nobel Joseph Stiglitz afirma que "La desigualdad extrema es corrosiva para nuestras sociedades. Destruye la cohesión social y la confianza, y conduce a políticas que favorecen a los poderosos a expensas del resto." (El precio de la desigualdad). 

En suma, la desigualdad afecta tanto a la estabilidad social, como a la equidad y la justicia. En los países democráticos mina la fe en las instituciones públicas y la democracia. El auge de líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Erdogan en Turquía, u Orbán en Hungría, se debe al apoyo que logran, sobre todo, de las personas con bajo nivel educativo. Por eso Trump eligió al senador JD Vance, de Ohio, el autor de “Hillbilly Elegy” en que éste narra la vida en una zona deprimida que afecta principalmente a votantes blancos de bajos ingresos, como su compañero de fórmula para las elecciones de noviembre próximo.

En el caso de México, el CONEVAL reportó el año pasado una disminución notable de la pobreza entre 2020 y 2022, al reducirse en más de cinco millones de personas, pasando de 44.9 a 37.7 millones. Un éxito notable de la política social. Pero, según Oxfam, persiste la desigualdad. A principios de este año esta organización publicó el Informe “El monopolio de la desigualdad: cómo la concentración del poder corporativo lleva a un México más desigual”, en que concluye que “la desigualdad extrema de la riqueza en nuestro país no deja de aumentar. La fortuna total de los ultrarricos mexicanos, aquellos con más de mil millones de dólares de riqueza, aumentó hasta casi duplicarse desde el inicio de la pandemia.” Al igual que muchos otros países de la OCDE, México tiene pendiente el reto de cómo disminuir sustantivamente la desigualdad.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA
@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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