La Escena Expandida

Inercia, reto a vencer en las artes escénicas

¿Los modelos de producción en México han estado a la altura de los cambios científicos, tecnológicos y humanos?, ¿los artistas están ocupándose de los fenómenos de su tiempo?

Inercia, reto a vencer en las artes escénicas
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

El estado de las artes escénicas, a dos décadas de iniciado el siglo XXI, es de crisis; no solamente en el terreno de las propuestas artísticas, también en el ámbito de los modos de producción. A partir de la última década del siglo XX se ha venido señalando el alejamiento de los discursos de las artes de la escena en relación con sus públicos. Sin embargo, poco o casi nada se ha discutido en torno a la forma de producción que funcionó durante tres décadas, pero que ya hoy ha sido rebasada por los avances de la humanidad, la ciencia y la tecnología.

Ensimismados, los artistas dejaron de abordar temas que mantuvieran un lazo fuerte con las comunidades para las cuales trabajan y con quienes deberían realizar el proceso de diálogo crítico. Las modas, las exigencias administrativas, los criterios burocráticos incidieron de tal manera en la aproximación al hecho creativo, que el artífice se vio más ocupado en consolidarse dentro de los rubros extra artísticos, para dejar en segundo plano la impronta misteriosa que da lugar a la obra de arte, nacida de un interés y necesidad por indagar en la condición humana en relación con su época.

Para nadie es novedad que las artes escénicas (teatro y danza) viven una crisis de audiencia. Sin embargo, se aborda el problema como si se tratase de un asunto administrativo. Los artistas no terminan de asumir la responsabilidad de interesar con sus propuestas a las diferentes audiencias que miran el mundo revolucionado de la actualidad con asombro.

Las propuestas escénicas continúan ancladas en una inercia que ha funcionado como motor para mantener en movimiento el trabajo de los artistas, aunque no siempre con una motivación que valide la pertinencia de la obra de arte resultante.

Así, tenemos una cartelera de teatro prolija, y una de danza, esa sí, apenas perceptible. Pero el número amplio de propuestas de teatro no corresponde al interés que debiera producir entre los públicos, que miran con desdén y poco interés lo que se les ofrece. Si pensamos solo en la Ciudad de México, habitada por millones de personas, cualitativamente no deberíamos tener una crisis de público. No obstante, existen muy pocas propuestas que logran activar al espectador, para cruzar la ciudad, y todo lo que ello implica, para llegar a un teatro a disfrutar de una propuesta que le resulte atractiva, ya sea por el tema, por el renombre del director, o por la garantía que ofrecen los actores. En el ámbito de la danza el problema es aún mayor.

En el mundo contemporáneo, el de la era digital, los espectadores están cambiando sus modos de vida y también de consumo. La cantidad de creadores digitales se acrecienta, y con ello el número de contenidos que se producen y consumen de una manera que no solo tiene que ver con la comodidad de quedarse en casa, sino de un cambio en la percepción más y más adaptada a la digitalización de la vida.

Puede gustarnos o no, pero la era digital es un hecho de la evolución humana, de la ciencia y la tecnología. No habrá marcha atrás. Los artistas de la escena están obligados a repensar su quehacer, no para convertirse en creadores digitales (aunque habrá quien sí lo considere una opción), sino para romper con la inercia de lo infértil y trabajar en procesos de producción que produzcan obras artísticas atractivas, por su pertinencia, para los públicos del siglo XXI.

POR JUAN HERNÁNDEZ

COLABORADOR

TW: @ISLAS33 / IG: @JUANHERNANDEZ4248

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