A las horas siguientes de que se hicieran públicos los resultados electorales del domingo 2 de junio, comenzaron a circular diversos bulos que hablaban de un presunto fraude en el conteo de los votos. No, definitivamente no lo hubo y es importante zanjar esa discusión. Los sistemas de cómputo del INE funcionaron bien y los votos contaron y se contaron adecuadamente.
La altísima votación de Claudia Sheinbaum refleja un deseo de continuidad por parte de la mayoría del electorado mexicano. Eso obliga a los partidos de oposición y sus candidatos derrotados a realizar una autocrítica a fondo acerca de por qué no obtuvieron los resultados deseados. Esa autocrítica tiene que hacerse extensiva a los líderes de la llamada “sociedad civil”. En el caso del PAN, esa reflexión debe incluir su política de alianzas, su identidad programática, y sus dinámicas internas. Puede ser, ahora sí, su última oportunidad.
Pero, de la misma forma, es importante insistir en un hecho del que después de las elecciones se ha hablado poco: la intervención indebida e ilegal del presidente Andrés Manuel López Obrador durante todo el proceso electoral. Es evidente que esa injerencia generó un ambiente absolutamente inequitativo y sesgó las preferencias en favor de su candidata.
Baste recordar lo que ocurrió durante el mes de julio del año pasado. Ante la fortísima irrupción de Xóchitl Gálvez como posible candidata opositora, AMLO dedicó varias conferencias mañaneras a denostarla, criticarla y calumniarla. Creó sobre ella una imagen de corrupción que, como bien ha dicho en otras ocasiones el propio presidente, “cuando no mancha, tizna”. Se hicieron públicos, de forma ilegal, estados de cuenta de sus empresas y se habló de posibles delitos que jamás se comprobaron.
En paralelo, decenas de miles de espectaculares, bardas y pendones de los aspirantes en el proceso interno de Morena inundaban el país ante la inacción de la autoridad electoral. Y la manipulación de los programas sociales, con decenas de miles de “servidores de la nación” visitando casa por casa uniformados con los colores de Morena, fue una evidencia que todos pudimos constatar.
Y no se puede obviar que vivimos el proceso electoral más violento de la historia, con decenas de aspirantes y candidatos asesinados.
La próxima presidenta, Claudia Sheinbaum, debe ser consciente de que las mayorías de hoy pueden ser minorías el día de mañana, y viceversa. Los ciudadanos suelen cambiar de opinión y no están casados, venturosamente, con ninguna opción política ni ideología. México es una nación plural y, en democracia, ninguna derrota o victoria es para siempre. Gobernar sólo para un sector del país, como ocurrió en este sexenio, ya no es opción.
POR FERNANDO RODRÍGUEZ DOVAL
POLITÓLOGO
@FERDOVAL
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