Necesitamos seguridad, no despensas ni cortes de cabello. Pensamos que venían a decir: ‘Señores, el problema ya se va a solucionar’, pero no”, reclamó una mujer habitante del municipio de Apatzingán, que vive en la región minada por el crimen organizado.
Con el sol en lo alto, autoridades federales, estatales y municipales llegaron a la localidad de El Alcalde para llevar a cabo una Brigada de Asistencia y Labor Social.
Como cualquier ciudadano, las fuerzas del orden cruzaron el camino lleno de riesgos, incluso para los militares, que en su trayecto ubicaron un bote de plástico que parecía contener un explosivo, por lo que cerraron la carretera para inspeccionar la zona.
Luego de descartar la presencia de una mina o un artefacto improvisado, los oficiales del Ejército y Guardia Nacional arribaron a dicho pueblo, que parece fantasma, si no es porque ya los esperaba un grupo no mayor a 100 personas.
Autoridades ofrecieron consultas médicas, despensas y cortes de cabello, pero los pobladores lo que exigían es seguridad para regresar con tranquilidad a sus viviendas, pues en los últimos días, en otra comunidad, Acatlán, se ha sumado al éxodo provocado por los ataques contra civiles.
Un mando militar, a cargo de la zona, aseguró que los ataques no son contra la población sino contra el Ejército, pese a que la escuela primaria donde se llevó a cabo la brigada se encontraba dañada en la techumbre por el lanzamiento de drones explosivos.
La presidenta de Apatzingán, Fanny Arreola Pichardo, reconoció que la respuesta para atender esta problemática ha sido lenta.
“Nosotros tenemos que hacer una serie de procesos burocráticos para poder atender algunas demandas y tratamos de hacerlo de una manera más expedita y pronta posible; también me pongo en sus zapatos e imagino lo difícil que debe ser estar acostado en tu cama escuchando detonaciones”, dijo Arreola.
A pesar del riesgo que implicó a estas familias acudir al encuentro con autoridades, la solución que esperaban no llegó, por lo que seguirán fuera de sus pueblos en una huida de la violencia que parece no tener fin.
POR CHARBEL LUCIO
EEZ