Siempre estaremos en deuda con la antigua Grecia, aquella que nos ha heredado grandes aportaciones en materia de matemáticas, filosofía, política, medicina y astronomía, entre otras.
Algunas de esas grandes aportaciones, han sido el arte de la retórica, la lógica y la política. Fueron ellos, quienes también desarrollaron al arte de la discusión, con base en argumentos lógicos conocido como debate.
Aquellos debates se realizaban en el llamado ágora, en donde las grandes decisiones para la polis, eran tomadas por mayoría de votos.
Diógenes el Cínico, cuestionado acerca de cuál era la condición más importante del ser humano, respondió: “La libertad en el decir”.
A grandes rasgos, podemos definir al debate como una discusión en donde los participantes exponen diferentes argumentos.
En estos días de campañas, resulta trascendental hacer una referencia a estos conceptos.
En un debate existen a su vez distintos tipos de argumentos. Unos de ellos son los llamados argumento ad nauseam? o argumentum ad nauseam, que es una falacia en la que se argumenta a favor de un enunciado mediante su prolongada reiteración, por una o varias personas. La apelación a este argumento implica que alguna de las partes incita a una discusión superflua para escapar de razonamientos que no se pueden contrarrestar, reiterando aspectos discutidos, explicados o refutados con anterioridad. Por ejemplo, este argumento fue utilizado por Clara Brugada, insistiendo que Santiago Taboada forma parte de una corrupción inmobiliaria, sin tener prueba alguna, y al ser evidenciada de las mentiras que dijo en Iztapalapa y que nunca fueron cumplidas.
Otro de las herramientas del debate es la falacia, la favorita del oficialismo, que es un argumento que parece válido, pero no lo es. Es decir, una mentira.
Dos claros ejemplos tenemos de este tipo de argucia en el segundo debate presidencial: Cuando Claudia Sheinbaum señala que es ambientalista y candidata del partido verde, en favor del medio ambiente, cuando en realidad tiene una empresa que se encuentra dentro de las 750 mas contaminantes del país. El segundo, cuando la misma candidata señaló que en México no hay inflación (según cifras del INEGI, en diciembre de 2018 la inflación mensual anualizada era de 4.8, mientras que en marzo del 2024 fue de 4.4).
Otro tipo importante de argumentos, es el argumento ad hominem o falacia ad hominem, que consiste en refutar una afirmación en función del carácter o de algún atributo del emisor de la afirmación, en lugar de analizar el contenido sustancial del argumento en sí mismo.
Ejemplo de este tipo de argumentos, son los que sufrió un servidor en el debate del pasado 26 de abril por parte de Paulo García, quien fue desenmascarado de tener vínculos con René Bejarano, alias “El Señor de las ligas” y de firmes pruebas por seguramente exceder sus gastos de campaña. Al no tener mas argumentos, inició una serie de ataques personales en mi contra y de mi familia.
El mismo tipo de argumentos padeció el Alcalde con licencia, Giovanni Gutiérrez, ya que tanto él como un servidor, encabezamos las preferencias de los votantes en la Alcaldía de Coyoacán.
Definitivamente la calidad de los debatientes del oficialismo y sus argumentos distan muchos de los debates de la antigua Grecia. Son personas sin escrúpulos, ética o moral que se dedican a utilizar las tácticas mas sucias, argucias, mentiras y todos los elementos que se encuentran fuera de las reglas del caballerismo, la ética o la moral. Lo único que demuestran con tales actitudes, es su desesperación ante el despertar de la ciudadanía y su anunciada derrota electoral.
Como bien decía George Orwell: "En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario".
POR RICARDO RUBIO TORRES
DIPUTADO LOCAL DEL PAN
@RICARDORUBIOT
PAL
