La reciente batalla de los intelectuales o de los hombres (y mujeres) con labor intelectual y en casos hasta obra lograda —todo lo alejado de la albañilería resulta intelectual en este país—, cuyas posturas políticas, preferencias, conveniencias y pago de favores (recibidos o por recibir) se expresa en mensajes abiertos en los cuales cada bando manifiesta sus razones e invoca sus valores para apoyar a una u otra candidata a la presidencia, tiene sus momentos de hilaridad.
Cuando hace unas semanas un grupo de prestigiados historiadores, ensayistas y maestros del Colegio Nacional, entre otras instituciones, hizo pública su preferencia por Xóchitl Gálvez, nuestro siempre imparcial Presidente les dijo algo así como esbirros
del poder, franeleros de la derecha, siervos de la oligarquía. Cosas muy feas.
Pero ahora, cuando otro grupo respalda a la candidata del partido en el poder, esta categoría (servir al poderoso y a su sucesora) se convierte en virtud y no refleja ni sumisión ni servidumbre, sino congruencia con las grandes causas nacionales, en una división inclinada: una cosa es el poder del pueblo y otra el poder contra el pueblo.
Intelectuales orgánicos, les dicen, cuando los quieren insultar. Intelectuales tales por cuáles, muy distintos a los pensadores personales, como, por ejemplo, Lorenzo Meyer, a quien su propaganda crítica le ha sido pagada generosamente con una secretaría de Estado para su hijo.
La historia del poder como mecenas y a veces patrono de artistas y filósofos es muy antigua. Sin la usura de los Medicis, en Florencia, no habría existido el Renacimiento, y sin el dinero de los gobiernos revolucionarios, el muralismo mexicano se habría quedado en el limbo. Sin el poder, Diego Rivera habría pintado “monotes” en las letrinas de una pulcata, no en el Palacio Nacional.
“La democracia no solo no está en riesgo, sino que se fortalece con el proyecto que representamos. La defensa de la democracia nunca será una reivindicación de la derecha; es más, la lucha de la democracia es parte de nuestro movimiento, nosotros luchamos por los fraudes electorales (como consecuencia, querrás decir), y antes por la democracia sindical, por la democracia, por las universidades”, dicen los morenofílicos.
Mientras los morenofóbicos apremian:
“…vivimos en una coyuntura muy peligrosa. Las elecciones del próximo junio serán una confrontación entre el autoritarismo y la democracia. Creemos que la opción democrática está representada por Xóchitl Gálvez”.
Todo esto tiene una evidencia: la postura de los “pensadores” no es ni neutra ni científica. Los méritos no valen. Existe el acarreo: si Xóchitl junta 300 firmas, Claudia acapara 900.
Y uno se pregunta, ¿de veras este país tiene tantos talentos? Hace muchos años nos conformábamos con “Los siete sabios”; hoy la cargada oficial junta siete enanos… y contando.
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADOR
@CARDONARAFAEL
MAAZ