Columna Invitada

Memoria santa

La sintonía del pasado suele venir como ciclón al futuro y demandar todo lo que humanamente no ha podido solucionarse ni repararse, algunos les llaman deudas históricas y otros, promesas de campaña que se apuntan al guion

Memoria santa
Foto: Especial

Algunos autores afirman que la memoria también es olvido y que de ella emana; vaya contradicción, la verdad y la mentira con facilidad. Insisten en que la fantasía y la realidad se mezclan en los recuerdos y que todo está dicho, aunque nada se le parezca. Un juego de palabras que confunde pero que todos sabemos descifrar e imponer cuando expresamos ideas.  La memoria es permanencia asegurada, concordancia y muchas veces intensidad desordenada. Es anarquía, delirio, instinto, melancolía, alegría sin límite y necesidad, siempre necesidad.  La sintonía del pasado suele venir como ciclón al futuro y demandar todo lo que humanamente no ha podido solucionarse ni repararse, algunos les llaman deudas históricas y otros, promesas de campaña que se apuntan al guion.

Para facilitar todo esto solemos decir que en América Latina tenemos memoria corta y así justificamos los procesos políticos y sociales, como si la mente de cada ciudadano insistiera en olvidar el constante letargo de promesas, siempre vivas, olvidadas, caducas, montándose y difamando unas sobre otras en una confrontación donde la lógica natural pierde el juicio en los procesos públicos, y aceptemos, también en los emocionales. Un todo que embriaga, que se resume en medias palabras, en decálogos y documentos que se leen y mientras se pronuncian, se los va llevando el tren del olvido.

Un juicio, donde acusados y acusadores juegan a las palabras para apostar a la desmemoria, un emblema nacionalista y popular que se presenta como referencia de un hemisferio muchas veces condicionado a un lenguaje doble, en sarcasmo, ironía de palabras, que aún con un orden distinto pretenden cegar en cada sexenio, el espíritu y la identidad de quienes, más allá del recuerdo, viven abajo, muy debajo, muy al fondo de todas estas anestesias que calman y viven de la enfermedad,  del abandono y la evasión continua.

Una larga lista de olvidos que un día fueron memoria y presente de partidos y candidatos nos habita, y así, cada ciclo afirmamos triunfantes que la palabra “cambio” sigue en la memoria y que no es una metáfora, sino un memorándum contractual de quienes votan alentados por una democracia con alzheimer crónico y creatividad continua. Un desastre discursivo, un saber y no, un informarse e ignorar, todo al mismo tiempo, malabareando todas las preguntas que nadie se para con valentía, frente a todos a contestar.

¿En qué terreno baldío y en que cuneta hay que buscar a los hijos secuestrados?, ¿En qué fiscalía habrán de encontrar apoyo y consuelo las familias de los desaparecidos, ¿En qué ventanilla real irá un hermano a notificar que su muchachito se perdió el pasado fin de semana en el parque de diversiones?, ¿En qué pedazo de tierra habrá que remover el barro para encontrar el dedo de un hijo?, ¿En qué agenda figura que las tierras de la mujer no sean saqueadas por los poderosos hombres del municipio donde ellas siembran y cosechan?, ¿En qué hospital público de la sierra podrá un adulto mayor calmarse la artritis y la gastritis?, ¿Qué sabemos?, ¿Aún hay niños en la calle vendiendo chicles y limpiando vidrios?, ¿Siguen viviendo debajo del puente?, ¿Los has visto o los olvidaste pasando el semáforo? Memoria larga, maleable, como masa de tortillas. ¿Comen tortillas?,  ¿En qué detención judicial se cuidarán los derechos y los cuerpos de los acusados?, ¿Qué es inocencia y culpabilidad?, ¿En qué pastizal el agua saldrá a chorros como en los edificios gubernamentales?, ¿Cuándo salió la ley de inquilinato aquella?, ¿Cuándo la del desarrollador aquel?, ¿Cuándo la aerolínea que atacaban devolvió el dinero por la sobreventa de asientos?, ¿Qué día salió a la luz la verdadera información de aquel vagón que cayó encima de varios y los dejó sin vida?, ¿Cuándo pagaron los desarrolladores del pueblo haber dejado sin techo a cientos de familias?, ¿Cuándo le perdonaron la deuda a quien la aprovecha para posicionarse?, ¿Cuándo le dieron honor a la palabra reconstrucción?, ¿Dónde y cuándo?, ¿Por qué mataron a esos candidatos?, ¿Cuándo las cárceles se volvieron lugares de reinserción y no de inanición?  Nunca. ¿Dónde fueron a parar las palabras condenable, inaceptable?, ¿La educación pública, es pública?, sale una carcajada a ironizar el recuerdo que ya es presente, justo ahora después de ser leído. Dónde fue a parar nuestra memoria que no alcanza el máximo de palabras para seguir preguntando.

¿Es la santa memoria del olvido?

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 
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