Los países aliados, los organismos internacionales, los activistas proambientales, sus vecinos e incluso sus rivales históricos ya hablan del impacto de la nueva Presidencia de Estados Unidos, que podría ser encabezada por el magnate Donald Trump, y es probable que así sea, pero también que no. Porque del plato a la boca se cae la sopa, no lo olvide.
La elección estadounidense parece que está a la vuelta de la esquina, aunque faltan nueve meses para que midan fuerzas republicanos y demócratas. El asunto es que Trump, aspirante y favorito republicano a la Presidencia, ya habla como si estuviera instalado en la Oficina Oval; el problema es que al interior y exterior de ese país la gente se lo cree y está ¡con los pelos de punta!
Por ejemplo, hace unos días dijo que no va a proteger a sus aliados de la OTAN si no se comprometen para invertir en su seguridad militar o pagan sus aportaciones; el magnate exige al menos dos por ciento del Producto Interno Bruto de cada país aliado. Esas declaraciones hicieron brincar de sus asientos a los europeos y a los canadienses.
Pero no se quedó sólo con la amenaza, Trump dijo que dejaría que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, atacara a los países de la OTAN que no cumplan con sus cuotas; eso es absolutamente inapropiado que lo diga un gobernante de Estados Unidos o un candidato a la Presidencia.
Unos días después de sus veladas amenazas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció un fuerte aumento del gasto militar y convocaron a reuniones para sopesar dicha amenaza. En este momento a quien más impactaría la postura de Trump es a Ucrania.
De hecho, de manera ‘indirecta’ ya está golpeando a Ucrania porque el bloque más extremo del Partido Republicano en la Cámara baja, –afín a Trump– es el principal dique para frenar la ayuda (60 mil millones de dólares) a esa nación, que enfrenta desde hace dos años una nueva embestida militar por las ambiciones expansionistas de Putin.
No se diga en el plano migratorio. En ese rubro el expresidente le da rienda suelta a su extremismo, habla de echar a todos los solicitantes de asilo desde su primer día de gobierno, a los que ya viven en EU de manera irregular, a los dreamers, hasta los que se le queden viendo feo. Todo ello aderezado con un doble o triple cerrojo en la frontera con México.
Este discurso extremo y amenazante le ha retribuido a Trump buenos resultados en las encuestas de opinión pública frente a Biden, quien derrotó al expresidente en las elecciones de 2020. No obstante, se enfrenta a más de 90 cargos penales en cuatro juicios.
Además, está el impacto mediático, le guste o no, de Taylor Swift, un fenómeno musical que abiertamente apoya a Biden y a su vicepresidenta Kamala Harris. Según las estimaciones, 80% de la gente que sigue a la cantante votaría por los demócratas.
El caso es que Trump no ha ganado y su misma retórica le puede jugar una mala pasada en las urnas, aunque siempre le quedará el recurso de decir que hubo fraude o arengar a sus seguidores para que no permitan avalar el triunfo de su rival. Él nunca pierde.
POR ISRAEL LÓPEZ GUTIÉRREZ
COLABORADOR
ISRAEL.LOPEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
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