Desde el poder, el gobernante se cree infalible y predestinado; fuera de él, los defectos generalmente determinan su lugar en la historia.
El buen gobernante debe velar por el interés público y trabajar para todos; debe tener oficio político para construir con los adversarios, templanza ante la crítica, valentía y honor en el debate, y humildad en las derrotas. Virtudes que han faltado en esta administración.
En el ocaso de su gobierno, el Presidente propone 18 reformas constitucionales para “sembrar el Humanismo Mexicano”. Teniendo cinco años para convencer, debatir y avanzar en los grandes desafíos nacionales, prefirió desentenderse de la política, imponer su visión y sembrar la polarización.
Nunca hubo diálogo nacional, sólo comunicación con quienes piensan como él. Se rodeó de seguidores leales que alimentaron sus fobias, y lo convencieron de que imponiendo su voluntad, pasaría a la historia como héroe de la patria.
En el sector agroalimentario, desde 2018 abrimos las puertas al diálogo, para juntos construir la seguridad alimentaria, y atender los retos del campo. Por cinco años señalamos cómo mejorar al sector, refutamos con ciencia los planteamientos ideológicos de López Gatell, Víctor Suárez y Álvarez-Buylla, señalamos actos de corrupción en Segalmex, y denunciamos decisiones violatorias de acuerdos comerciales. La respuesta: arrogancia e indiferencia.
Una de las iniciativas del 5 de febrero busca prohibir el maíz genéticamente modificado, a pesar de que la ciencia y la experiencia demuestran que no genera daño a las personas ni al medio ambiente, y que la biotecnología en el campo aumenta la resistencia a plagas y la eficiencia ante la escasez de agua, nos hace más productivos y menos dependientes de maíces importados. Es una propuesta ideológica y sin argumentos científicos.
Las reformas del Presidente, más que un acto de poder, son una estrategia para hablar desde Palacio a su base de votantes, acorralar a la oposición e incidir en la elección para apuntalar a su candidata. El Presidente sabe que muchas de ellas, como la judicial, la de maíz, o la que elimina los órganos autónomos, no pasarán en el Congreso. Cuando éstas y otras fracasen, retomará su habitual reparto de culpas y victimización: “Quise mejorar México, no me dejaron. Respalden a los candidatos de Morena”. La arrogancia le impidió mostrar oficio político para consensuar, templanza para dialogar, valentía para escuchar, y honor y humildad para aceptar éxitos y fracasos. Desde Palacio y en el poder, el gobernante se cree infalible, iluminado, adorado. Fuera de él, los defectos, los desaciertos, las terquedades y los atropellos, son los que generalmente determinan su lugar en la historia.
CUMULONIMBOS. ‘El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres”, Platón.
POR BOSCO DE LA VEGA
COLABORADOR
@BOSCODELAV
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