MUJERES, S.A.

Tu último discurso

…vivimos como si la muerte fuera un evento reservado para otros, como si nuestro tiempo en este mundo fuera ilimitado. Nos repetimos, conscientemente o no, que “habrá tiempo después” para lo que realmente queremos hacer

Tu último discurso
Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Hace algún tiempo, mi coach me pidió que escribiera mi propio elogio fúnebre. Sí, un ejercicio aparentemente sombrío que me invitaba a reflexionar sobre lo que me gustaría que fuera mi legado en el mundo y el resumen final de mis días. Para mi sorpresa, las respuestas que surgieron no eran las que esperaba. Pensar en nuestra vida desde la perspectiva de su fragilidad inherente tiene un efecto transformador: reacomoda, casi con violencia, nuestra lista de prioridades.

¿Por qué? Porque vivimos como si la muerte fuera un evento reservado para otros, como si nuestro tiempo en este mundo fuera ilimitado. Nos repetimos, conscientemente o no, que “habrá tiempo después” para lo que realmente queremos hacer. Esta ilusión de tiempo infinito nos lleva a posponer nuestros sueños, metas y decisiones importantes, atrapados en un presente que muchas veces diseñamos para satisfacer expectativas ajenas. Hemos construido una vida que trata a la muerte como una complicación futura y distante, no como una certeza que debería guiar nuestras acciones diarias.

El resultado de esta desconexión es una marcada disonancia entre lo que verdaderamente deseamos y lo que finalmente hacemos. Las decisiones que tomamos terminan moldeadas por compromisos, miedos y las exigencias de otros, mientras nuestras pasiones e ideales quedan relegados. ¿El precio? Una vida llena de pequeños arrepentimientos que, si no resolvemos, podrían transformarse en grandes lamentos al final de nuestros días.

El ejercicio de imaginar nuestra propia mortalidad —y la de quienes amamos— puede sonar lúgubre, pero es una herramienta poderosa. Nos obliga a replantear nuestra trayectoria y, sobre todo, a enfrentarnos a nuestros posibles arrepentimientos mientras aún hay tiempo para solucionarlos. Este análisis me parece especialmente relevante en el último mes del año, cuando solemos detenernos a planear el siguiente. Reflexionar sobre cómo empleamos nuestro tiempo es quizás una de las decisiones más trascendentales que podemos tomar.

En su libro The Top Five Regrets of the Dying (De Qué te Arrepentirás Antes de Morir), Bronnie Ware, enfermera de cuidados paliativos, comparte que uno de los lamentos más frecuentes entre sus pacientes fue: “Ojalá hubiera tenido el valor de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.” Estas palabras resuenan profundamente porque reflejan una verdad universal: el tiempo es limitado, y vivirlo tratando de cumplir las expectativas de otros es una forma de desperdiciarlo.

La invitación, entonces, es clara: persigue la vida que verdaderamente quieres. Define tus metas, prioriza tus deseos y construye una existencia que se alinee con tus valores y sueños. ¿Qué sentido tiene esforzarte por alcanzar un estándar que ni siquiera te pertenece? La vida es demasiado breve para diseñarla en función de las demandas de los demás.

Una forma útil de identificar posibles arrepentimientos futuros es reflexionar sobre lo que ya lamentas hoy. Piensa en esos pequeños pesares que rondan tu mente: relaciones que descuidaste, decisiones que evitaste, sueños que postergaste. Es probable que, si no actúas ahora, esos arrepentimientos sigan contigo hasta el final.

Por ejemplo, si hoy sientes pesar por no haber dedicado tiempo suficiente a tu familia o por no haber explorado una pasión, ¿qué te impide hacerlo ahora? ¿Qué podrías cambiar para no repetir ese patrón? Estas preguntas no son fáciles, pero son necesarias. Cada paso que damos hacia una vida más auténtica nos aleja de la posibilidad de mirar atrás con pena.

Este ejercicio no es solo sobre la muerte; es, sobre todo, sobre la vida. Al pensar en nuestro final, podemos aprender a valorar nuestro presente. ¿Qué harías diferente si supieras que te quedan pocos años, meses o días? No se trata de vivir con miedo, sino de vivir con conciencia.

El último mes del calendario es un recordatorio perfecto de nuestra temporalidad. Mientras cerramos un capítulo y planificamos el siguiente, tenemos una oportunidad única para priorizar lo que realmente importa. En lugar de dejar que la rutina nos dicte nuestras acciones, podemos tomar control. Haz esa llamada, toma ese riesgo, di esas palabras que has estado guardando.

La filósofa Mary Oliver lo resumió magistralmente en una pregunta: “¿Qué harás con tu única y preciosa vida?”. Porque, al final del día, de eso se trata todo: de tomar decisiones conscientes que nos permitan vivir plenamente, sin miedos y sin la sombra del arrepentimiento.

Nuestras vidas no son perfectas, pero sí pueden ser maravillosamente auténticas. No importa si tu legado es grande o pequeño, lo importante es que sea genuino, tuyo. Así que, antes de que este año termine, te invito a reflexionar: ¿qué quieres que digan de ti cuando ya no estés? Más aún, ¿qué quieres decir de ti misma al final de tus días?

El tiempo es finito, pero nuestras elecciones pueden darle un significado infinito. Vivamos con propósito, vivamos con valentía, y construyamos un legado que refleje quiénes realmente somos.

El momento para empezar es ahora. Llámale, cómete ese pedazo del pastel de chocolate, toma ese riesgo, canta en la regadera y disfruta cada minuto porque no sabemos cuántos más nos quedan.

POR CLAUDIA LUNA
FUNDADORA THINK PINK MEXICO

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