En 2022, cuando asumí la presidencia de la Asociación Mexicana de Energía (AME), en el sector energético se comenzaban a delinear algunos cambios importantes en el entorno.
El nearshoring, entonces un concepto emergente, se perfilaba como una oportunidad histórica para nuestro país, acompañado del reto de contar con una infraestructura energética sólida que posicionará a México como un destino competitivo para recibir esta inversión extranjera.
La demanda energética empezó a crecer a un ritmo acelerado, y el desafío no era menor: debíamos responder a este incremento, garantizar un suministro confiable y avanzar hacia un modelo energético sostenible.
Hoy, a dos años de distancia, la realidad confirma lo que ya se vislumbraba: la transición energética no solo es un imperativo, sino una exigencia que demanda acciones audaces para responder a un mercado en rápida expansión.
Este crecimiento acelerado nos obliga a garantizar un suministro energético suficiente, confiable, seguro, competitivo y, cada vez más, limpio. Ahora, la ruta para abordar las necesidades estratégicas del sector parece más definida y puede resumirse en tres elementos clave.
Primero, es fundamental atender el trinomio generación-transmisión-distribución. Incrementar la capacidad de generación eléctrica de todo tipo, especialmente a partir de fuentes renovables, solo será efectivo si contamos con redes de transmisión y distribución robustas y bien desarrolladas que permitan llevar esta nueva energía de manera eficiente a los consumidores.
En segundo lugar, el impulso a nuevas tecnologías no puede esperar. Hay que adoptar soluciones que permitan mantener la confiabilidad del sistema eléctrico mientras avanzamos en la transición hacia energías más limpias.
Tecnologías como el almacenamiento eléctrico a gran escala, hidrógeno limpio, y biometano, tienen un potencial transformador para la generación de energía en nuestro país. Además, es crucial fomentar la innovación y la incorporación de herramientas que mejoren la eficiencia energética y permitan reducir las emisiones.
Este paso no es opcional: es una condición indispensable para cumplir con los compromisos climáticos que México ha asumido a nivel internacional, refrendados recientemente en la COP de Azerbaiyán.
El tercer elemento que define el panorama actual es la necesidad de una colaboración estrecha entre todos los actores del sector para acelerar la transición energética y asegurar que el crecimiento de la demanda no supere nuestra capacidad de respuesta. El Gobierno de México, a través del Plan Nacional de Energía, ha establecido metas ambiciosas, como lograr que el 45% de la electricidad provenga de fuentes renovables para el 2030.
Alcanzar este objetivo requiere un modelo robusto de cooperación entre los sectores público y privado, donde cada uno aporte su experiencia y recursos para fortalecer el sistema energético del país.
En este contexto, el compromiso de la AME sigue firme. En los años venideros, será crucial seguir aportando la capacidad técnica y tecnológica de las más de 40 empresas que la integran, consolidándose como la asociación con mayor generación térmica y renovable en el país. Así concluye mi periodo al frente de la asociación, consciente de que el camino por recorrer es aún largo. A mi sucesor, Adalberto García, le tocará dar continuidad a esta labor.
Estoy seguro de que, con su liderazgo, la AME seguirá construyendo puentes entre el sector público y privado, promoviendo un ambiente favorable para las inversiones y asegurando que México mantenga el rumbo hacia un sistema energético suficiente, confiable, más limpio y competitivo.
POR ABRAHAM ZAMORA TORRES
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE ENERGÍA (AME) Y PRESIDENTE PARA MÉXICO DE SEMPRA INFRAESTRUCTURA
@ABRAHAMZATO
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