Irrealismo lógico

Señales que precederán al trumpismo 2.0

El regreso de su ‘amigo’ Trump, ha reactivado a Verástegui para delinear sus políticas libertarias, transfóbicas, homofóbicas, antiaborto y profamilia

Señales que precederán al trumpismo 2.0
Alejandro Almazán / Irrealismo lógico / Opinión El Heraldo de México Foto: Cortesía

La primera señal ocurre durante la campaña presidencial de Donald Trump, cuando promete bombardear a las organizaciones criminales en México. Las responsabiliza de la pandemia de fentanilo que ha provocado la muerte por sobredosis de más de 300 mil estadounidenses en los últimos cinco años. Ganadas las elecciones, Trump retoma un viejo plan de 2019 y anuncia su intención de designar como ‘grupos terroristas’ a las empresas delincuenciales que en los 80 la DEA les colgó el sambenito de cárteles. El despolitizado y mercenario periodismo mexicano no sólo alienta la narrativa del narcoterrorismo; también brinca como niño en inflable cuando funcionarios trumpistas comparan a los traficantes de drogas con líderes de Al Qaeda, cuando advierten que obligarán a la presidenta Sheinbaum a seguir las políticas antidrogas de Trump o cuando insinúan sanciones económicas u operaciones antiterroristas en nuestro país. 

Un segundo indicio es la propuesta trumpista para embajador en México: el excoronel Ronald Douglas Johnson, un halcón de la CIA y boina verde que hizo de las suyas en Panamá durante la década de los 80: primero para apoyar a Antonio Noriega, líder militar y exagente de la CIA; y luego para operar su derrocamiento y su arresto por sus presuntos nexos con el Cártel de Medellín. También dejó su huella en El Salvador: al lado del ejército local y de escuadrones paramilitares encabezó combates en contra de las fuerzas insurgentes del FMLN. Veinte años después, en 2019, regresó cuando Trump lo nombró embajador. Boicoteó los tratos comerciales con China y se alió a los ‘esfuerzos’ de Nayib Bukele “para reducir los crímenes violentos y el flujo de migrantes”, ‘esfuerzos’ que se centraron en el sometimiento de pandilleros locales, arrestos ilegales y demás violaciones de derechos humanos. A Johnson se le adjudica cierta amistad con el exactor de telenovelas Eduardo Verástegui, la tercera señal.

Verástegui, la cara más famosa de la ultraderecha mexicana y el ‘latino’ más trumpista, reitera en Buenos Aires, el reino de Javier Milei, que fundará en México un partido en 2025. El regreso de su ‘amigo’ Trump, a quien compuso un rap y regaló una Virgen de Guadalupe en plena campaña, ha reactivado a Verástegui para delinear sus políticas libertarias, transfóbicas, homofóbicas, antiaborto, profamilia y punitivas. Líder de la Conferencia Política de Acción Conservadora, Verástegui se ha vinculado a Steve Bannon, exasesor de Trump; la congresista Marjorie Taylor, representante del nacionalismo blanco y cristiano; y a Nick Fuentes, comentarista político supremacista.

Y mientras el trumpismo se prepara para desembarcar en México, la frágil masculinidad de los dos líderes morenistas en el Congreso mexicano los empuja a publicitar su escaramuza de barriada en tribuna y en redes sociales. Más allá de medirse entre sí quién es más corrupto, exhiben la balcanización en la 4T, las contradicciones y las grietas éticas que no tendría por qué reparar la secretaria de Gobernación. Mucho menos la Presidenta. Bien haría todo aquel “ambicioso vulgar” en acompañar a Sheinbaum en la resbaladiza relación que se augura con Trump, en vez de pelear  como adolescentes.

POR ALEJANDRO ALMAZÁN

COLABORADOR

@ELALEXALMAZAN

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