El gobierno de Canadá se encuentra en crisis, disparada por su complicada relación con Estados Unidos, pero con raíces domésticas. La renuncia de Chrystia Freeland a sus puestos de ministra de finanza y viceprimera ministra adjunta de Canadá, asestó un duro golpe al jefe del Gobierno, Justin Trudeau, tanto por el hecho mismo como por los motivos de su dimisión: cómo enfrentar la amenaza de aranceles anunciados por el nuevo presidente estadounidense Donald Trump.
La carta de Freeland fue divulgada el lunes y su contenido provocó una crisis de tal tamaño que esa misma noche varios legisladores del gobernante partido liberal pedían públicamente la renuncia de Trudeau, el líder del partido por más de 10 años y Primer Ministro desde 2015. En su carta, Freeland afirmó que “nuestro país enfrenta hoy un grave desafío. Necesitamos tomar esa amenaza muy en serio. Eso significa mantener nuestra pólvora fiscal seca hoy, de modo que tengamos las reservas que podamos necesitar para una próxima guerra arancelaria. Eso significa evitar costosos trucos políticos, que no podemos permitirnos y que hacen que los canadienses duden de que reconocemos la gravedad del momento”.
El 75% del comercio exterior de Canadá es con Estados Unidos y las amenazas de Trump sacudieron a un país que cree tener una relación especial con Estados Unidos. Pero los desacuerdos entre Trudeau y Freeland anteceden los dichos del Presidente electo estadounidense. Según reportes de prensa, Freeland se oponía a una propuesta de exención del impuesto sobre las ventas de dos meses y cheques de “ayuda” de 250 dólares para “los canadienses trabajadores” para compensar los efectos de la inflación, los trucos señalados en su carta.
Según estimaciones recogidas por el Eurasia Group, "las dos medidas habrían añadido 6,280 millones de dólares al déficit del país, que se rumora asciende a 55 mil millones de dólares, y fueron duramente criticadas como una estratagema para comprar votos". En su carta, Freeland reveló que rechazó una oferta de Trudeau para ocupar un puesto más o menos vago en el gabinete. La realidad es que hace 10 años Justin Trudeau era una cara fresca, un rostro político que evocaba los grandes momentos del liberalismo canadiense como heredero de su padre, el casi mítico Pierre Elliot Trudeau, primer ministro de 1968 a 1979 y de 1980 a 1984.
Hoy, se dice que un tercio del partido liberal está harto de él, una tercera parte está indecisa y el resto le son absolutamente leales. La amenaza de Trump y la humillante situación en que se vió Trudeau tras visitarlo en Mar-a-Lago se combinaron con un creciente malestar por problemas económicos y la pérdida del apoyo del Partido Nuevo Democrático (NDP), que abandonó la coalición en agosto y dejó en minoría parlamentaria al gobierno liberal y su liderazgo. Por lo pronto, se asegura que Trudeau, al que Trump calificó como "gobernador del estado 51", considera su futuro. Pero según los antecedentes familiares, anunciar su muerte política sería prematuro.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
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