No recuerdo dónde la leí, pero siempre me ha parecido una fórmula muy útil por su precisión minimalista: las izquierdas se preocupan por la justicia; las derechas, por el orden. Sucede, sin embargo, que desde hace tiempo los términos de esa ecuación están mutando. Algunas derechas se han vuelto más corrosivas, asumiendo posiciones más contrarias que a favor del statu quo. Y algunas izquierdas han abandonado su vocación subversiva desarrollando, en su lugar, un genuino interés por las instituciones. Hoy hay derechas más rebeldes e izquierdas menos insurreccionales.
Roberto Gargarella (Buenos Aires, 1964) no se ubica bien a bien en esas coordenadas contemporáneas. Su orientación se afinca decididamente en el flanco izquierdo del espectro político. Su obra se ha dedicado, durante décadas, a tomarse en serio los derechos, a estudiar a fondo la historia del constitucionalismo, a dialogar con las teorías de la justicia y la filosofía del derecho. Pero su pensamiento se mantiene –por decirlo de algún modo– contestatario, insatisfecho, disidente. Este libro está dedicado, de hecho, “a quienes dicen que no”.
“Manifiesto por un derecho de izquierda” (Siglo XXI, 2023) articula varios de los argumentos más originales y conocidos que Gargarella ha elaborado a lo largo de una prolífica trayectoria intelectual (e.g., sus críticas al “corazón elitista de la epistocracia judicial”; su convicción sobre “el derecho como una conversación entre iguales”; su planteamiento en torno a que no basta legislar más derechos si no se amplía el acceso a la “sala de máquinas de la Constitución”; su idea de que “democratizar el poder es lo opuesto a concentrarlo”; sus alegatos contra el voto como falso sustituto del diálogo deliberativo y “el problema de la extorsión electoral”) con el propósito, como lo sugiere en su título, de imaginar una “mejor versión” de lo que podría ser el derecho si asumiera a cabalidad los ideales del autogobierno colectivo y la autonomía personal.
Gargarella condena la “alienación jurídica” que produce cierta concepción conservadora del derecho como una colección de normas basada en desconfiar y restringir, misma que termina convirtiéndolo en un medio de dominación política antes que en un instrumento para el cambio social. No pugna por un regreso a la “vieja” izquierda revolucionaria, aunque tampoco se acaba de identificar del todo con las “nuevas” izquierdas de los derechos humanos, las reivindicaciones identitarias ni del liberalismo igualitario. Valora sus aportaciones, en buena medida las hace suyas, pero al final del día las encuentra insuficientes, alicortas, demasiado encorsetadas. Tomando prestado el memorable eslogan de Sylvester Stallone, diría que, para Gargarella, el problema es que a esas izquierdas “les hace falta ver más box”: más cuestión social, más republicanismo, más protesta, más democracia, más radicalidad.
Aviso. Con este “Radar de libros” bajamos la cortina del 2024. Volvemos para la segunda semana de enero. Felices fiestas.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@CARLOSBRAVOREG
MAAZ