La caída del debilitado Bashar Al-Assad en realidad no es una sorpresa, porque sus principales aliados, Irán, Rusia y el grupo libanés Hezbolá, están inmersos en sus propias crisis bélicas. Fue el momento clave para los rebeldes de atacar y derrocar al dictador, que en un principio no quería estar en el poder.
Después de la muerte de su hermano Bassel en un accidente en 1994, Bashar se vio obligado a regresar a Siria desde Londres donde se especializaba en Oftalmología para enrolarse en el Ejército y prepararse para asumir el poder, lo que sucedió seis años después, tras el fallecimiento de su padre Hafez.
Solo al principio de su gobierno Bashar permitió que hubiera un diálogo abierto y una relativa libertad de expresión, pero eso se acabó y con ello comenzó una lastimosa era represora, sello particular de los Al-Assad, así gobernó su primera década, pero en 2011 llegó el coco de los dictadores, la Primavera Árabe.
Y se tardó 13 años, pero el dictador sirio no escapó a ella, aunque hay especulaciones de que la caída de Al-Assad pudo haber sido negociada en lo oscurito entre el entrante gobierno de Estados Unidos y Rusia, este último su principal aliado.
La duda surge porque el dictador pudo resistir durante casi 13 años las embestidas de los rebeldes y la última ofensiva, con la que fue derrocado, solo duró 12 días. También, es cierto que Rusia había retirado a casi toda su Fuerza Aérea de Siria debido a que la trasladó a Ucrania, donde encabeza una nueva mal lograda invasión.
La respuesta de Al-Assad fue muy tibia o más bien nula, estaba concentrado en alistar sus maletas para asilarse en Moscú, súmele que los rebeldes nunca dejaron de atacar ya sea de día o de noche y que el Ejército sirio estaba muy debilitado y mal pagado, por eso no opuso resistencia.
Hezbolá es otro actor clave en este entramado, sus milicianos combatieron al principio al lado de las tropas sirias, pero en 2016 entró en vigor una tregua y se retiraron. En 2023, se sumaron a la ofensiva de Hamás contra Israel, ambos grupos terminaron vapuleados.
Este derrocamiento coloca a Irán como uno de los grandes perdedores, apoyaron al dictador sirio con asesoramiento y equipo bélico al principio de la rebelión, a su vez el suelo sirio servía a Teherán para reabastecer a Hezbolá, lo que le permitía ampliar su influencia en Medio Oriente, porque también financian y apoyan con armas al movimiento palestino Hamás.
Hoy en día Siria es una olla de presión por las facciones que conforman el bloque rebelde: un frente es apoyado por los turcos, otro por sus acérrimos rivales kurdos, uno más de lo que queda de ISIS y el de la Organización para la Liberación de Levante que comanda un exmilitante de Al-Qaeda, Abu Mohamed Al-Golani, quien se declaró el gran triunfador.
Parece un nuevo amanecer para Siria, tras más de 50 años de dictadura de la dinastía Al-Assad, pero sin duda le esperan días, meses y años complicados para encontrar una estabilidad y eso sin contar que Israel ya se saborea el territorio sirio en los Altos del Golán.
POR ISRAEL LÓPEZ GUTIÉRREZ
COLABORADOR
@PAPADEPONCHO
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