Sinestesia

Distopías en tiempo real

Los relatos ficticios sobre un futuro poco prometedor han dejado de ser advertencias sobre lo que viene para convertirse en diagnósticos urgentes

Distopías en tiempo real
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Durante una entrevista de 1998, el etnobotánico norteamericano, Terrence McKenna, teorizó que el tiempo ha estado en aceleración constante desde los comienzos del universo.

Según él, la velocidad con la que se manifiestan hoy en día eventos de impacto global ha suscitado la sensación de un tiempo histórico saturado de cambios materiales, tecnológicos, biológicos y estructurales que superan nuestra capacidad de comprenderlos y controlarlos al ritmo en el que suceden.

Ahora bien, a pesar de su escasa base científica, la idea de McKenna logra capturar nuestra estupefacción frente a un mundo que parece transformarse radicalmente de la noche a la mañana.

Esta sensación de velocidad temporal no sólo ha impactado la forma en que vivimos el presente, sino también la actitud con la que imaginamos el porvenir.

El cine y la literatura, por ejemplo, han sido instrumentos eficaces para profetizar futuros posibles: en ambas disciplinas artísticas, tanto las utopías como las distopías, según Lucy Sargisson, “interrogan el presente y ofrecen advertencias sobre el futuro”. Sin embargo, en un contexto donde las crisis y los acontecimientos se acumulan exponencialmente, las obras distópicas que retratan destinos cuasi apocalípticos predominan sobre las utopías que proponen un mañana prometedor.

Hoy, mientras los eventos globales se amontonan en lapsos cada vez más cortos, las distopías contemporáneas han dejado de advertirnos sobre futuros lejanos para convertirse en diagnósticos urgentes de un presente siempre al borde de lo distópico. A diferencia de las novelas distópicas más famosas del siglo XX, las distopías cinematográficas de la actualidad predican futuros sombríos que se vislumbran cada vez más cerca del presente.

Es decir, mientras 1984 o Un mundo feliz, por ejemplo, retratan futuros autoritarios pero distantes, producciones como Black Mirror, Severance o La Sustancia nos muestran un porvenir que parece estar a un paso de concretarse.

No obstante, el valor de este tipo de obras se mantiene vigente.

Es decir, aunque la cercanía del futuro que prescriben las distopías actuales reduzcan significativamente el tiempo disponible para corregir el camino, estas nos siguen invitando a comprender los riesgos de nuestra realidad y a responsabilizarnos con el futuro que nos depara.

POR TOMÁS LUJAMBIO

EEZ

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