La algarabía se apodera de Piedra Parada, San Luis Potosí, la felicidad se refleja en toda la población; no era para menos, llegó a los terrenos del campo conocido como El Sapo, El Circo Unión, trapecistas, payasos, magos, bailarinas, son parte de la atracción, aún se permitía contar con animales; leones que rugían, focas, caballos, los changos saltaban de un columpio a otro.
Los elefantes se mecían a un ritmo pausado; Santiago el hijo de don Toño, los observaba con detenimiento, entonaba la canción, dos elefantes se columpiaban en la tela de una araña, como veían que resistía…. la población infantil y adultos veían las jaulas con intriga, respeto y admiración.
Don Lamberto y su esposa Eduviges se alistaron con sus chamacos; Cirilo, Casimiro, Alondra, Estefanía y Prócoro, para ir a la función del circo y les advertía, compraré asientos en las gradas pues los de luneta están más caros, los muchachos no protestaban, estaban deseos de asistir a la función.
El momento esperado daba inicio, ya se escuchaba la marcha circense, los ojos de los asistentes se posaban en medio de la pista, los primeros en abrir el espectáculo fueron los payasos; retratados por el doctor Guillermo Contreras en el libro Payasos y Payasadas, Editorial Orión 1980, “…seres de herencia juglaresca, con la piel convertida en color y el color en sangre, con trajes hampones, organdí al viento, cromática chillante, zapatos de siete leguas apropiados para llevar la risa a los lugares más distantes…”.
El público en general gozaba y reían con las ocurrencias del clown Rabanito y Firulais; el anunciador solicitó el silencio total pues el hombre bala haría su presentación, “cualquier ruido puede entorpecer el acto y poner en peligro al desafiante Hombre Bala”, el público abría más los ojos, los niños se tomaban de las manos nerviosos, se escuchaban los tambores dando la bienvenida al intrépido.
Por fin, desde un cañón se escuchó el estruendo, salió disparado el hombre cayendo en una red, se incorporó tambaleándose en la red, bajo de ella, alzó los brazos, los asistentes lo ovacionaron y aplaudieron, los chamacos se soltaron sus pequeñas manos sudadas.
Se anunció un intermedio, vendedores de tortas, refrescos, palomitas y los infaltables fotógrafos disparaban los flashes, por aquí y por allá, para después ofrecer las fotografías, “lleve un recuerdo del Circo Unión”, pregonaba el vendedor.
El escritor Manuel Gutiérrez Nájera, nos obsequia la crónica El circo Orrin, contenida en el libro Divagaciones y Fantasías SepSetentas 1974, “El circo, aunque lo voy a decir parezca paradoja, tiene mucho de ideal, de ensueño. Salimos en ese espectáculo de la realidad corriente para entrar en lo maravilloso…”
Por su parte, el novelista y periodista, Vicente Leñero, nos dice en su texto Vamos al Circo, publicado en la revista Artes de México número 83 dedicado a este espectáculo, “Desde la infancia, desde la memoria que revive el pasado, y también el presente por supuesto, el circo es siempre un paraíso”
POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS
COLABORADOR
MAAZ