México, al formar parte de la economía global, se encuentra en una posición estratégica donde su estabilidad depende no solo de la producción nacional, sino también de las dinámicas económicas internacionales. En este contexto, es imposible hablar de la economía mexicana sin considerar su relación con Estados Unidos, que no solo es un socio comercial clave, sino también un vecino que comparte vínculos culturales y sociales profundos. Así mismo, las relaciones comerciales con el resto del mundo son de suma importancia. En ese sentido, la relación económica con China también es importante y necesaria para nosotros. Esta interdependencia, aunque beneficiosa en muchos aspectos, también expone a México a riesgos derivados de las políticas externas de su socio del norte, como lo demuestra la reciente amenaza de aranceles planteada por Donald Trump.
Las declaraciones de Trump sobre la posible imposición de un 25% de aranceles a los productos provenientes de México no solo constituyen una amenaza a la economía mexicana; también implican un riesgo significativo para la estabilidad económica de Estados Unidos. Si bien es cierto que México se vería afectado de manera directa, los efectos negativos para la economía estadounidense serían igualmente relevantes, ya que interrumpiría las cadenas de suministro y aumentaría los costos para los consumidores en ambos países. En última instancia, la imposición de aranceles podría desencadenar una espiral de especulación económica y una mayor volatilidad en las divisas, especialmente en el valor del dólar, que es sensible a este tipo de medidas unilaterales.
Es necesario entender que las declaraciones de Trump no son una sorpresa para quienes han seguido su estilo de imagen política. Su tendencia a recurrir a la confrontación y al uso de políticas comerciales agresivas ha sido una constante en su retórica discursiva, y se percibe muy poco probable que cambie. Sin embargo, más allá de la retórica de Trump, lo que importa es cómo responde México a estos desafíos.
En este sentido, la respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum se presenta como un ejemplo claro de la política exterior mexicana fundamentada en la prudencia y la sensatez. Su postura ha sido firme en cuanto a la defensa de la soberanía nacional, al mismo tiempo que ha mantenido un llamado al diálogo y la diplomacia. En un contexto donde las amenazas externas pueden desestabilizar tanto a nivel macroeconómico como social, México ha logrado mantener la calma y priorizar el bienestar de sus ciudadanos.
La cordura, la prudencia y el diálogo son esenciales para navegar las aguas turbulentas de la economía global, especialmente cuando las decisiones de otros actores pueden tener repercusiones directas en el bienestar de millones de personas.
México debe seguir priorizando la sensatez y la negociación frente a las amenazas comerciales externas. Si bien el riesgo de políticas proteccionistas por parte de Estados Unidos sigue latente, la respuesta prudente y mesurada de la administración mexicana es la mejor opción para proteger la estabilidad económica del país y, por ende, la de sus ciudadanos. La solidez de la economía mexicana, al igual que su lugar en la economía global, depende no solo de sus propias fuerzas, sino también de su capacidad para mantener relaciones internacionales constructivas y equilibradas.
POR JOSÉ NARRO CÉSPEDES
COLABORADOR
@NARROJOSE
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