“Tenemos el derecho a usar nuestras armas contra las instalaciones militares de los países que permitan que sus armas sean usadas contra nuestras instalaciones” Vladimir Putin
Como suele ocurrir en el ámbito del sistema internacional, mientras se celebraba la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil, en medio de protocolos, cordialidad, alianzas y muchos discursos de esperanza, paz y hasta de reforestación mundial, Vladimir Putin, mandatario ruso excluído de todo foro y evento oficial internacional, atacaba de nuevo a Ucrania, esta vez a la comunidad de Dnipropetrovsk, aludiendo a que fue una -pequeña- respuesta a la decisión de Joe Biden de aprobar el uso de misiles de largo alcance para que Volodimir Zelensky los utilice para atacar al territorio ruso.
En este sentido podemos esperar que la guerra iniciada hace mil días, siga el mismo curso que ha llevado desde el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia invadió a Ucrania a la que Putin -eufemísticamente- le llamó una “operación especial”, misma que se predijo que sería rápida, sin escalar y sólo sirviera de escarmiento a Zelensky.
Después de mil días de guerra sabemos que no es así, Putin ha atacado desmesuradamente mercados, plazas públicas, hospitales y ha generado la mayor crisis de personas desplazadas en el mundo con más de 10 millones de ucranianos, cientos de miles de muertes y, entre estos, al menos 12 mil decesos de civiles asesinados en territorio ucraniano.
Mil días de muerte y un territorio ensangrentado. Lo terrible es que seguirán sumando días, muertes y devastación, pues con la autorización de Biden, Putin intentará contrarrestar con el amague de que esta guerra puede escalar aún más y tomar tintes de “guerra global” con el uso de armas con mayor alcance, como su nuevo misil balístico que es capaz de alcanzar una velocidad de Mach 3, un misil hipersónico, además de armas nucleares no sólo focalizadas en Ucrania, sino “para todas las naciones que han apoyado al enemigo”.
Sin duda, una apuesta propuesta como disuasiva por parte del presidente estadounidense, pero ha resultado contraproducente para el mismo Biden, para Zelensky y para detener esta guerra en el corto plazo.
Lo que va a suceder en estas semanas es el fortalecimiento de las regiones ucranianas conquistada por las fuerzas armadas rusas como Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, además de Crimea; el arribo de más soldados provenientes de Corea del Norte para contrarrestar el sitio que sostiene Ucrania a la región rusa de Kursk; mayor frecuencia en el intercambio de ataques y; muchos comunicados de Putin para advertir al mundo que “Rusia se encuentra lista para ‘contrarrestar’ todos los ataques de Ucrania y sus aliados de Occidente”, como el difundido por todas sus embajadas alrededor del mundo.
Así, en medio de esta tensión, el otro lado para “resolver” este conflicto, es esperar el regreso de Trump a la Casa Blanca, pues es quien ha dicho públicamente que acabará con la guerra en cuestión de minutos y la manera de hacerlo será restringir el apoyo a Ucrania y orillar a Zelensky para firme el cese del conflicto y ceda el territorio que Rusia hoy tiene bajo su ocupación, asegurarse que Ucrania no sea parte de la OTAN y quitarle el embargo a Rusia, por lo que Putin estaría dispuesto a esperar y llegar a la resolución que su “amigo” estadounidense le dicte. Mil días de desolación parece que no son suficientes para Putin y sus aliados.
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
EEZ