Una mañana cualquiera, Josef K. salió de su departamento para dirigirse al banco donde trabajaba. Todo marchaba de forma regular, hasta que dos agentes lo arrestaron. Con sorpresa, Josef les expresó que, seguramente, se trataba de un error. “No hay ningún error. El organismo para el que trabajamos, por lo que conozco de él, y sólo conozco los rangos más inferiores, no se dedica a buscar la culpa en la población, sino que, como está establecido en la ley, se ve atraído por la culpa y nos envía a nosotros, los vigilantes. Eso es ley. ¿Dónde puede cometerse aquí un error?”, fue la respuesta.
El extrañamiento de Josef K. aumentó cuando le indicaron que, pese al arresto, no sería encarcelado y que podía seguir con su vida normal. Se intensificó, cuando el cargo por el que era acusado, nunca se le explicó.
El desconcierto y la angustia de este personaje que lucha por comprender su situación, conforma la trama de El Proceso de Franz Kafka. Muchos mexicanos pueden empatizar con Josef K., principalmente aquellos que se han enfrentado a un proceso judicial. En ambos casos, la lógica y los esfuerzos parecen o resultan inútiles ante una estructura de justicia impenetrable.
Aunque hay diferencias importantes, la ampliación del catálogo de delitos que merecen prisión preventiva oficiosa, incluidos en el Artículo 19 Constitucional, provocará que hayan más Josef’s mexicanos. Pese a las advertencias de la Corte Interamericana, cada vez más personas enfrentarán un sistema que los juzga de manera automática, sin darles oportunidad de demostrar su inocencia o cuestionar las bases de su acusación.
La indignación se convierte en una creciente desesperación y resignación cuando Josef o los Josef’s se dan cuenta que, ante la vulneración de sus derechos humanos, no obtiene respuesta ni del Estado ni del sistema de justicia. Evidencia de ello es la reelección de Rosario Piedra frente a la CNDH.
La ambigüedad temporal, componente del efecto inquietante y absurdo de la trama, es una coincidencia más. Quienes son sometidos a prisión preventiva pueden pasar meses, incluso años, antes de recibir una sentencia. De acuerdo con cifras del Censo Nacional de Sistemas Penitenciarios en México, el porcentaje de población en la cárcel sin sentencia es de 37.3%. La mayor diferencia con K. es que éstas últimas pasan su proceso en la cárcel y conocen el acto ilícito que se les atribuye.
Las personas acusadas por delitos que ameritan la prisión preventiva oficiosa, al igual que el personaje de Kafka, podrán decir que se trata de un error. La respuesta de los militares que les arrestan será similar: se está actuando conforme a la ley. Sin posibilidad de amparo ante artículos constitucionales y con muy poca probabilidad de respuesta de la CNDH, El Proceso termina de forma abrupta y trágica.
POR MARLENE MIZRAHI
COLABORADORA
@MARLENEMIZRAHI
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