Estamos a punto de entrar en el segundo cuarto del Siglo XXI y no existen buenos pronósticos en materia de economía para América Latina, y es que a diferencia de lo que ocurrió durante los primeros quince años de este Siglo, la región vive instabilidad política y social en diversas latitudes y frentes.
A pesar de que Latinoamérica es un vasto territorio rico en recursos naturales y minerales para el consumo y elaboración de tecnología como lo son el cobre, litio, petróleo, gas, entre otros, fenómenos como la corrupción y la inseguridad pública flagelan el crecimiento y mantienen casi inerte la movilidad social.
En las proyecciones que para 2025 tiene el Fondo Monetario Internacional (FMI) respecto del crecimiento de América Latina y el Caribe éste oscila entre 1.9 y el 2.7%; la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha advertido también que habrá un modesto crecimiento en la región en razón de las tensiones geopolíticas globales y la volatilidad en los mercados financieros internacionales, incluso advierte que el impacto de fenómenos naturales también puede influir en estos resultados poco alentadores.
No obstante el contexto internacional, distintas decisiones y eventos de carácter político han surtido efectos negativos en diversos países de Latinoamérica, eventos domésticos que han mermado la capacidad y confianza económica, además han erosionado los sistemas democráticos, instituciones o pactos sociales que habían brindado en su momento estabilidad política y social.
Algunos ejemplos de éstas decisiones o eventos son, por mencionar algunos, los resultados de la reciente elección presidencial en Venezuela, en la que la falta de transparencia en los resultados, las consecuentes manifestaciones y el auto exilio del candidato opositor, enturbiaron el proceso. El reciente triunfo de Javier Milei en Argentina, ha puesto en jaque diversos derechos humanos y sociales con su propuesta de gobierno; la lucha interna que vive Bolivia con el enfrentamiento entre el líder del partido en el gobierno y ex presidente y el actual mandatario de la República Bolivariana.
La reelección de Nayib Bukele en El Salvador aún con prohibición expresa en la Constitución de ese país; la crisis post electoral en Guatemala producto del retardado reconocimiento del triunfo de Bernardo Arévalo, por la cuestionada actuación de la Fiscalía General y autoridades electorales. Podemos considerar también la crisis política en Ecuador producto de la dimisión de su entonces presidente y la disolución de su Asamblea Nacional; y no hace falta abundar mucho sobre la crisis de derechos humanos por la que atraviesa Nicaragua.
Podríamos mencionar algunos casos más sin embargo estos son ejemplos de sucesos que han ido en detrimento de valores, instituciones y proyectos democráticos en la región. El reto para América Latina, si pretende quiere avanzar en su desarrollo en los siguientes 25 años, tendrá que estabilizarse y dar garantías en materia jurídica, económica, política y seguridad pública.
POR ABELARDO RODRÍGUEZ
PAL