Columna Invitada

Pan y circo

El evento del domingo pasado en el Madison Square Garden representó un inquietante reflejo del deterioro de la política estadounidense

Pan y circo
Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Heraldo de México

El evento del domingo pasado en el Madison Square Garden representó un inquietante reflejo del deterioro de la política estadounidense.

En lugar de una reunión de propuestas, se convirtió en una plataforma para el racismo, la misoginia y una retórica extremista que evocó algunos de los episodios más oscuros de la historia. Trump, acompañado de una serie de figuras influyentes, dirigió ataques despectivos contra minorías, inmigrantes y, en particular, contra la vicepresidenta Kamala Harris, revelando un giro peligroso y extremo en la línea del Partido Republicano.

Uno de los momentos más deleznables del evento fue protagonizado por un supuesto comediante que lanzó comentarios racistas y burlones sobre Puerto Rico y la comunidad latina en general.

Sus palabras, lejos de generar risa, reforzaron un estigma contra los latinos y reflejaron el desprecio hacia una parte significativa de la población estadounidense.

Estos ataques verbales fueron recibidos con aplausos y risas, una muestra alarmante de cómo la intolerancia se ha normalizado entre la base de MAGA, la cual parece respaldar ciegamente cualquier expresión de odio que venga de su líder o de su círculo cercano.

Además de estas muestras de desprecio, otros oradores del evento elevaron el tono hasta niveles insultantes. Figuras como Hulk Hogan, que se sumaron a la plataforma de Trump, hicieron uso de un lenguaje incendiario y divisivo. Pastores sosteniendo cruces en alto lanzaron discursos cargados de amenazas, presentándose como los únicos representantes de los “verdaderos valores” estadounidenses y demonizando a quienes se oponen a Trump.

Los ataques misóginos se intensificaron cuando un millonario aliado de Trump sugirió que Kamala Harris estaba “controlada por sus proxenetas,” un insulto no solo dirigido a ella, sino también a cualquier mujer que desafíe el status quo. Este tipo de retórica refleja hasta dónde está dispuesto a llegar el GOP, sin límites éticos ni respeto por la dignidad humana, impulsado únicamente por el deseo de movilizar a su base.

Este mitín evocó inevitablemente el mitin pro-nazi de 1939 en el mismo Madison Square Garden, cuando miles de simpatizantes se reunieron para celebrar una visión totalitaria y xenófoba. Al igual que en aquella época, el evento del domingo presentó una visión nacionalista extrema, donde la exclusión y el odio fueron los protagonistas.

Bajo la bandera de MAGA, Trump y sus seguidores han revivido este patrón de idolatría, evocando una mezcla peligrosa de fervor nacionalista y desdén por los valores democráticos. De hecho, el lema en 1939 era America First, igual que ahora. Stephen Miller dijo claramente: “Estados Unidos es solo para los estadounidenses”.

La reacción de los medios de comunicación a esta manifestación de odio y extremismo ha sido, en su mayoría, desconcertantemente apática. Algunos de los medios más influyentes, como The Washington Post, en lugar de tomar una postura clara en defensa de la democracia, han optado por mantenerse en una posición neutral. Incluso, ante la posibilidad real de que Trump gane nuevamente, han decidido no apoyar a Kamala Harris, a pesar del riesgo que representa el retorno de Trump.

Es irónico y profundamente preocupante que medios que proclaman “La democracia muere en la oscuridad” se muestren tibios en un momento en que la democracia necesita defensores activos.

La base de Trump, conocida como MAGA, ha crecido hasta convertirse en una fuerza fanática, dispuesta a abrazar cualquier declaración, por absurda o peligrosa que sea, que les permita aferrarse a la imagen de un líder fuerte y vengador. Con sus promesas de “deportar millones de migrantes” y de “atacar a los enemigos internos” —a los que llamó “lunáticos marxistas”—, Trump está pintando un futuro de represalias y división que podría llevar a los Estados Unidos a una crisis institucional y social sin precedentes.

Pero quizás lo más alarmante es que sus aliados están ya preparando el terreno para desafiar cualquier resultado electoral desfavorable, sugiriendo un camino hacia un posible golpe contra el sistema democrático.

Si los líderes políticos, los medios de comunicación y la ciudadanía no se despiertan ante la gravedad de esta amenaza, el riesgo de que la democracia estadounidense se desmorone es real.

En este momento crítico, es vital que la oscuridad del odio y la intolerancia no sea la que prevalezca; la democracia necesita defensores comprometidos que desafíen este discurso de odio y velen por el futuro no solo de Estados Unidos sino del mundo y la geopolítica tal y como la conocemos.

POR PEDRO ÁNGEL PALOU

COLABORADOR

@PEDROPALOU

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