Hace 79 años, la humanidad asumió el compromiso más trascendental de su historia en favor de la paz y la seguridad internacionales. Esta decisión estableció los cimientos de un sistema internacional basado en reglas, dejando atrás un orden arbitrario donde la fuerza determinaba el rumbo de la historia.
La Organización de las Naciones Unidas nació de una trágica lección histórica. Las despiadadas luchas por el poder que dominaron las relaciones internacionales durante el siglo XIX y la primera mitad del XX desembocaron en la conflagración más sangrienta que la humanidad haya conocido.
Los estragos de la Segunda Guerra Mundial obligaron al mundo a diseñar una arquitectura institucional para garantizar la paz y seguridad en el mundo. La lección era clara: para evitar los conflictos armados entre naciones era necesario construir un espacio idóneo para resolver diferencias, gestionar intereses diversos y sumar esfuerzos para perseguir objetivos en común.
Naciones Unidas se posicionó como un foro de intercambio, negociación y adopción de acuerdos internacionales; pero, sobre todo, se consolidó como un auténtico ecosistema articulador de instrumentos para alcanzar las aspiraciones globales. Gracias al establecimiento de organismos especializados en áreas como educación, desarrollo, medio ambiente o los derechos de la infancia, entre muchas otras, se ampliaron cada vez más los alcances de la Organización.
En sus normas, el sistema internacional pasó de tener una Carta –instrumento fundacional que regula las generalidades del mundo desde la posguerra– a adoptar Declaraciones Universales y Pactos Internacionales para reconocer, proteger y garantizar derechos fundamentales: civiles, políticos, sociales, culturales y económicos.
Transitamos de un compromiso abstracto con la materialización de los derechos humanos a la concertación para atender desafíos globales a través de instrumentos vinculantes para los países en materias como la prohibición de armas de destrucción masiva o la no proliferación de armas nucleares; además de establecer mecanismos para regular fenómenos sociales transnacionales, como los flujos migratorios y de personas refugiadas.
Con casi ocho décadas de existencia, es natural que la ONU tenga tareas pendientes: desde garantizar que la representación en sus diferentes órganos refleje la realidad del siglo XXI, hasta fortalecer los mecanismos que permiten desplegar acciones para alcanzar los objetivos pactados. En este espacio (Las Naciones Unidas hacia el futuro), he reflexionado sobre el consenso de la comunidad internacional en torno a la necesidad de actualizar el orden multilateral.
Sin embargo, en un mundo que enfrenta desafíos cada vez más complejos, México debe mantener su firme compromiso con el sistema internacional inaugurado por las Naciones Unidas, que sigue y seguirá siendo el principal espacio de articulación de esfuerzos colectivos entre los Estados.
Desde su origen, México ha sido un comprometido con el orden internacional basado en reglas. El 79º aniversario de la ONU nos convoca a refrendar y mantener nuestra contribución permanente al fortalecimiento y la evolución de las Naciones Unidas como una prioridad de la política exterior del Estado mexicano.
POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
DIPUTADA FEDERAL DE MC
@RUIZMASSIEU
MAAZ