Mexicanos Primero

El barrio no las y ni los respalda

El derecho a la educación solo se garantiza cuando se traduce en aprendizaje y, en este entorno, estamos lejos de lograrlo

El barrio no las y ni los respalda
Alejandra Arvizu Fernández / Mexicanos Primero / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El derecho a aprender no se garantiza solo porque las escuelas estén abiertas. Seguimos en la misma situación: en Sinaloa, en Baja California, en Guanajuato, en Zacatecas… en México seguimos a merced de personas para quienes la ley y las infancias, como lo han demostrado una y otra vez, son irrelevantes. Para ellos, pelear una plaza justifica cualquier vida sacrificada.

Hace algunos meses, apreciable lectora, lector, queríamos hablarte de educación, pero tuvimos que hablar de seguridad y hoy, nada ha cambiado. Esta vez no hablaré de los riesgos de trasladarse de un punto "A" a un punto "B". Supongamos -y es solo un supuesto- que el transporte que lleva a niñas, niños y adolescentes a la escuela está tan blindado como el mejor vehículo militar. Pasemos entonces a la siguiente barrera: el impacto en su capacidad de aprendizaje cuando saben que su barrio no los respalda.  Porque, en un contexto donde las calles son territorios de disputa, y donde las casas están enrejadas como pequeñas prisiones, la infancia crece con la certeza de que su barrio, su comunidad, no es un refugio, sino un riesgo.

El estrés no es solo cosa de adultos. Estudios han demostrado el efecto negativo que los factores adversos a nivel vecinal -es decir, la violencia y la inseguridad en el barrio- tienen en las infancias. Cuando niñas, niños y adolescentes (y francamente, todas las personas) se desarrollan en contextos donde las sirenas y balaceras marcan el ritmo del día, donde las calles tienen más espacios vacíos por negocios cerrados que por parques abiertos, y donde la violencia es parte del día a día, su cuerpo lo siente y reacciona. No necesitan ver la violencia directamente para saber que el entorno no es seguro, el mensaje es claro. Su cerebro lo detecta y los mantiene en un estado de alerta constante, sin tregua, produciendo de manera irregular la hormona llamada cortisol. 

Estar en este estado de alerta permanente afecta todo. Un nivel irregular de cortisol puede provocarles dificultades para dormir, problemas de concentración y memoria, ansiedad, irritabilidad o incluso depresión. Además, su sistema inmunitario se debilita, haciéndolos más propensos a enfermarse, lo que impacta directamente su crecimiento y desarrollo. Es algo químico, no de “fortaleza”.

Aquí es donde preguntó: aunque nuestras niñas, niños y adolescentes lleguen a la escuela y estén en el aula, ¿cómo pretendemos que realmente aprendan? ¿Cómo podemos pedirles que aprovechen la oportunidad de estar con sus maestras y maestros, cuando su cuerpo y mente están exhaustos? ¿Cómo exigirles que presten atención en la lección si su barrio les enseña, a diario, que lo primero es sobrevivir?

Y, por favor, no caigamos en el discurso de que la educación socioemocional debe darles las herramientas para afrontar esta realidad. NADIE, especialmente ellas y ellos, debería estar viviendo esto. No es normal. No es un contexto en el que deban aprender a sobrevivir. 

El derecho a la educación solo se garantiza cuando se traduce en aprendizaje y, en este entorno, estamos lejos de lograrlo. Cierro como hace meses: hoy, en Mexicanos Primero, seguimos luchando por el derecho a aprender de nuestras niñas, niños y jóvenes. En consonancia con esta lucha, exigimos una seguridad efectiva para todas y todos. Escuelas abiertas sin medidas de seguridad adecuadas no garantizan el derecho a aprender. Es un grave error confundir la apertura de las escuelas con la garantía de un entorno seguro para el aprendizaje. 

Aprender importa. Estar seguras y seguros, en nuestros barrios, importa.

POR ALEJANDRA ARVIZU FERNÁNDEZ

DIRECTORA DE MONITOREO DE POLÍTICAS EDUCATIVAS EN MEXICANOS PRIMERO

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